NOTICIA: LOS 12 MEJORES POEMARIOS DE LUIS ÁNGEL BARQUÍN YA A LA VENTA EN AMAZON.ES, AMAZON.COM, ETC

NOTICIA: EL 15 DICIEMBRE DE 2015, HAN SIDO PUBLICADOS EN AMAZON LOS 12 MEJORES LIBROS DE POEMAS DE LUIS ÁNGEL BARQUÍN

Webs AMAZON en: España - Australia- Alemania - Brasil - Canadá - China - Estados Unidos - Francia - India - Italia - Japón - México - Países Bajos - Reino Unido

Para amantes de la poesía, ya están disponibles en las webs de Amazon, y en formato E-Book, los 12 mejores Poemarios de Luis Ángel Barquín:

- Luz de marzo
- Compromiso-
- Sonetos para una tarde de verano
- Más allá de las palabras
- Página
- Pulso
- Una luz en la luz
- Dhyana (en meditación)
- Cuaderno del vacío
- Esencia
- Ser
- Poemas de amor
_______________________________

TE INVITO A VISITAR TAMBIÉN UNA LUZ EN LA LUZ -Blog de Luis Ángel Barquín sobre la Palabra Poética Universal: Poemas, Textos sobre la Poesía y la Creación Artística-

ACCEDER A: http://unaluzenlaluz.blogspot.com


lunes, 30 de marzo de 2009

FORMA

-Tai Chi; Introducción a la Forma de Yang Chen Fu de 108 movimientos–

A la Escuela Wu Chi

La esencia está madura: se divierte
cuidando de la forma…
… Su energía circula; o se detiene
y, por amor, rebosa.

El cauce del presente
hace sutil la pausa. Sin demora,
al viajero conduce con su leve
y mágico timón sobre las olas
de una mar sin orillas.
XXXXXXXXXXxXXXXXxxxEn mi vientre,
una estrella sin luz abre su boca:
mi vida entra en mi muerte;
la forma, en la no-forma.


Luis Ángel Barquín

ESPIRAL

A la Escuela Wu Chi, por su 8º. aniversario

Te mueves
por un camino limpio,
certero,
bordeando el círculo
que no se cierra nunca.

Te hundes y alzas,
desde ti misma,
hallando el equilibrio
que armoniza tu escucha
con tu necesidad
-cielo con tierra-.

El azar es tu amigo,
circunferencia
que sabes
permanecer igual
sin repetirte,
sin agotarte.

Luis Ángel Barquín

SENSIBILIDAD DE QI

A la Escuela Wu Chi

En tu mano se oculta una estrella…

Misteriosa, no brilla,
su oscura luz es sombra
a punto de estallar…
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxDeja que prenda
su incipiente fulgor
en tu pulso, y –sin ojos–
te guíe
xxxxxxxa través de la sangre
hacia tu propia luz.

Luis Ángel Barquín

VENUS

Al principio de todo, él miraba su ausencia, la de ella. El día no era día sin la luz de ella, prometida. Una calma de noche solitaria invadía los días, desde el alba al ocaso, como toda respuesta.

Arrojaba sus olas, incansable, el mar hacia la orilla, donde el hombre esperaba su destino sobre una roca, inmóvil. Él miraba su hueco, sin sombra todavía. Una clara inminencia flotaba en las mareas. El rodar de los astros en la noche sin luna, clamaba cual latido dentro del corazón, sin pulso casi.

Y en la paz de una noche interminable, las aguas dieron fruto. De su vientre, brotaron la materia y el hálito, la línea y la armonía. Fueron desvaneciéndose las sombras lentamente, a la vez que una estrella surgía del océano. Sobre la estrella, un ser extraño e íntimo, rotundo y delicado, de pie permanecía como imagen incógnita. Él sentía una parte de sí mismo reflejada en la imagen, evidencia de un abrazo futuro u olvidado.

Las pupilas del hombre captaron su color y le abrieron el paso hacia su sed. Ella, estrella, mujer y atmósfera encantada, daba cuerpo a la luz y aliento a la belleza.

Él supo en ese instante que era hombre por ella, que siempre estuvo ella, transparente, con él, como su pulso o su respiración. Y supo que ella era su parte más hermosa, inteligente y fértil.

Él supo en ese instante que ella estaba, perpetua, al tiempo dentro y fuera de su alma, su cuerpo, su memoria.

Luis Ángel Barquín

martes, 24 de marzo de 2009

ES PRIMAVERA

Es primavera.
xxxxxxxxxxxxLa luz abre el espacio a la mirada.
Los pájaros regresan…

Los árboles, algunos, sienten cómo se rompe su corteza con brotes nuevos. Las hojas van pintando, de colores dinámicos, los parques, bosques, plazas y jardines.

Arácnidos, insectos y otros seres minúsculos tejen la leve vida del detalle: zumbidos, picaduras, hileras por doquier, innumerables patas, alas y antenas, en frenesí, prosperan.

Ha anidado un dulzor en el seno del aire y en él renueva el hálito sus alas que esparcen el amor en invisibles pompas.

Crecientes, las jornadas recorren los caminos en longitud y anchura, invitando al viaje o al recreo.

Pareciera que la pobreza ocultaba un tesoro de semillas en los puños vacíos del invierno… El sol nos mira más de cerca ahora, y las sombras, más cálidas, se van posando sobre nuestros párpados, mientras miramos las figuras, los objetos, las gentes…, o con ellos soñamos.

Despiertan los amantes… Dos miradas se cruzan y se abrazan. Sus pupilas dan luz al negro fuego que expele el corazón, que en la garganta hornea la palabra sencilla, no pensada, sentida. Visten los labios un temblor de beso, cercano, de otros labios.

La magnitud del pecho busca el límite de su respiración.

La piel descubre la caricia del aire, su latitud desnuda, el cuerpo de la luz.

Corren las aguas como lo hacen los niños, en todas direcciones, inundando el presente.

La flor es la oración. Da su perfume corazón al hombre, que entiende, sin palabras, el júbilo de dar.

Luis Ángel Barquín

jueves, 19 de marzo de 2009

ISSA -HAIKUS-

El hirugao
crece en dirección
a las piedras ardientes

***

¡Cómo se precipitan

a por su comida de mediodía
las alondras!

***

Mientras estamos en este mundo

por encima del infierno
¡poder contemplar las flores!

***

Estar tan vivo…

¡Qué cosa tan misteriosa...!
A la sombra de los cerezos

***
Sobreviviendo a mis seres queridos,

obstinado en sobrevivir…
¡Y muerto de frío!

***

Un Buda a la intemperie

De la nariz le cuelgan…
los carámbanos

***

Un perrito se ha dormido

sujetando en la boca
la rama de un sauce

***

La tormenta de invierno

Una choza de prostitutas
de ésas que cuestan 24 monedas

***

El mosquito del dormitorio

con sólo un “fff”
se abrasó en el fuego

***

¡Un viento suave

se ha levantado
desde el canto de la cigarra!

***

Si había seres humanos,

había moscas…
y Budas

***

Oye, melón fresquito,

si alguien viene a comerte…
¡conviértete en rana!

***

Umm, parece sabrosa…

Esta nieve que cae
tan delicadamente…

Issa

BUSON -HAIKUS-

Temprano anochecer...
Brillan las estrellas...
¡El campo seco!

***

Con la nieve
el ruido de algo que se rompe

¡La noche se hace más oscura!

***

En un viejo pozo,
el sonido oscuro de un pez
que salta para atrapar un mosquito

***

La brisa de la mañana:
¡Puede verse cómo sopla
en los pelos de la oruga!

***

Al caer en el agua

sus flores desaparecen
Ciruelo de la orilla

***

Hincando el hacha

me vi sorprendido por el olor
Bosque de invierno

***

Templo de Furudera
Una cazuela de barro tirada
entre las matas de perejil

***

Si la luna pasa al oeste
la sombra de las flores
avanza hacia el este

***

Se incorpora súbitamente el perro
y persigue al faisán
Templo de Takaradera

***

¡Ante la luna llena

un criado arroja
a un perrito!

***

Partiendo en dos a una serpiente,

cruzo el espacio del valle
Las hojas recién brotadas

***

Cede la noche

A la costa rocosa se acerca…
¡Una medusa!

***

Lluvia de primavera

Alguien que no escribe
profundamente emocionado

***

Como si no fuera de este mundo,

cogida con todo el corazón,
la mariposa

Buson




viernes, 13 de marzo de 2009

TU DON

XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXPara ti

Para que tú pudieras descubrirlo.
Para que lo reconocieras como raíz de tu existir.
Para que no tuvieras ya más que compararte con los otros, con nadie.
Para verte cual eres en los espejos limpios, en los ojos ajenos y en las aguas tranquilas.
Para saber que tienes unas alas, que las tuviste, que llegaste por aire y que te irás por él, con ellas, algún día.
Para sentir tu rumbo en los pliegues del tiempo.
Para esperar, tranquila, aquello que tal vez nunca llegue.
Para jugarte todo lo que tienes a una carta, sin miedo.
Para encontrar la perla donde nadie la busca.
Para llorar sin causa, o sonreír sin boca, o viajar sin espacio.
Para alcanzar la fe en la otra justicia.
Para saber que siempre habrá un amigo que escuche tu silencio.
Para vaciar tus manos una vez y otra vez.
Para mirar un poco más allá de lo visible y ver sin los ojos corrientes.
Para que nunca trates de comprenderlo todo.
Para aprender del niño que está afuera, de aquél que llevas dentro.
Para cuidarte mucho de otro modo, sin que tú te des cuenta.
Para que tú me cuides sin que tu amor lo sepa.
Para perder el tiempo, y encontrarte a ti misma en la pérdida.
Para tener aún aquello que entregaste.
Para sentir que sólo eres un hueco, irrepetible y lúdico, por el que el músico invisible deja caer sus notas y sus lágrimas cuando quiere gozar como por vez primera, o última…

Para que llegues a ser nadie,

XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXacaso dueña de tu nada.

Para eso y más…
XXXXXXXXXXXXXXtu don nació contigo.

Luis Ángel Barquín

EL OTRO

Parece que otro habita entre este cuerpo y su imagen en el espejo... ¿También mira la imagen a quien la está mirando? Tal vez, dices, y quedas flotando entre dos mundos, entre dos versos, entre dos palabras…

A veces, sientes que algo te ha observado, hace un instante, desde un lugar lejano y acaso familiar. Se estremece tu aliento. Tu pupila, creciente. Esperas la llegada, el paso, de otra estrella fugaz hacia tu ausencia, desde ti mismo.

Recuerdos de otras bocas, se acercan a tu oído. Te dicen, lentamente, en una lengua extraña, una sola palabra: “meditar”.

Miras en derredor de ti: te miran a la vez, desde todas las cosas, millones de reflejos de tu cuerpo, y ya no sabes cuál es el verdadero rostro que te distingue, si es que tienes alguno o lo tuviste.

Luis Ángel Barquín

SOBRE LA POESÍA Y OTRAS ARTES -JOSÉ ÁNGEL VALENTE-

CINCO FRAGMENTOS PARA ANTONI TÀPIES.

I

Quizá el supremo, el solo ejercicio radical del arte sea un ejercicio de retracción. Crear no es un acto de poder (poder y creación se niegan); es un acto de aceptación o reconocimiento. Crear lleva el signo de la feminidad .No es acto de penetración en la materia, sino pasión de ser penetrado por ella. Crear es generar un estado de disponibilidad, en el que la primera cosa creada es el vacío, un espacio vacío. Pues lo único que el artista acaso crea es el espacio de la creación. Y en el espacio de la creación no hay nada (para que algo pueda ser en él creado). La creación de la nada es el principio absoluto de toda creación.

Dijo Dios: -Brote la Nada.
Y alzo la mano derecha
hasta ocultar la mirada.
Y quedó la Nada hecha.

El estado de creación es igual al wu-wei en la práctica del Tao: estado de no acción, de no interferencia, de atención suprema a los movimientos del universo y a la respiración de la materia. Sólo en ese estado de retracción sobreviene la forma, no como algo impuesto a la materia, sino como epifanía natural de ésta.

Y la materia para el artista no se sitúa nunca en lo exterior. Ocupa el espacio vacío de lo interior, el espacio generado por retracción, por no interferencia, donde 2 - 1 suele ser mayor que 2 + 1, según la ley de la adición negativa que Kandinsky, tan próximo, formuló.

Estado de creación y espacio de la creación. «Un día traté de llegar directamente al silencio», escribe Antoni Tàpies. El silencio o la nada. El lugar de la materia interiorizada. ¿Lugar de la iluminación?

II

Ut pictura

Mucha poesía ha sentido la tentación del silencio. Porque el poema tiende por naturaleza al silencio. O lo con tiene como materia natural. Poética: arte de la composición del silencio. Un poema no existe si no se oye, antes que su palabra, su silencio.

III

Tapies ha sentido explícitamente la obra de arte como «un simple apoyo de la meditación». Su arte tiene, en efecto, la textura de la meditación. Pero esa larga y pura meditación en que la obra de Tàpies consiste desemboca por un proceso que le es connatural en formas cada vez más desnudas de contemplación, entendida ésta como estado en que la experiencia se configura ante todo como experiencia de la unificación. El arte de Tàpies es, en definitiva, una soberana contemplación de la materia. Presencia radical de la materia que llega a la forma, pero que es sobre todo formación: formas que se disuelven a sí mismas en la nostalgia originaria de lo informe, de lo que en rigor es indiferente al cambio y puede, por tanto, cambiarse en todo, ser raíz infinita de todas las formas posibles.

No tiene sentido en el arte de Tàpies hablar de abstracción y de figuración. La forma no figura: es. La forma es la materia. La materia -la materia en el cuadro o en la composición- no es sustentáculo de nada sobreimpuesto. No es materia de ninguna forma sino forma absoluta de sí. Tal vez en lo moderno ningún artista haya llevado a más avanzado extremo ese proceso de unificación de la materia que sería a la vez un proceso de unificación con la materia misma: Être la matière!, escribió Flaubert.

Las formas «pobres» -cordeles, un bastón- o la memoria de las formas que la materia tuvo -huellas de unos pies, de unos dedos ensangrentados- señalan la irrupción total de la materia que las hace ser de nuevo con un ser que de su sola forma no tendrían. Tàpies devuelve así a la materia misma todo el movimiento de la creación. La meditación de Tàpies ha consistido en un largo, secreto, demorado esfuerzo para percibir el movimiento creador de la materia bajo la fijación, no sólo utilitaria sino «artística», de las formas. Y de ese esfuerzo, de esa radical aventura, nacen la tensión espiritual y el rigor, el inconfundible e inquietante rigor, de tantas composiciones suyas.

IV

Entrada radical en la materia, contemplación de la materia, la obra de Tàpies niega por su naturaleza misma toda ruptura entre espíritu y materia. Esa materia que antes de manifestarse ha sido nteriorizada, ha sido unificada y percibida en su espontáneo movimiento, se aproximaría mucho a lo que Novalis llama en el Himno I «lo más interior del alma de la vida» (Lebens innerste Seele). Este arte busca de nuevo la materia en su último ser y como radix ipsius. El cumplimiento de la obra (como sucedía en el saber antiguo de la alquimia) es tanto un proceso interior como el ejercicio visible de un arte. Porque el movimiento hacia el centro de la materia es también un movimiento hacia el centro de la interioridad. En el punto de llegada (o en el de partida para el antiguo saber) la materia es la materia·espíritu, la piedra neumática de los alquimistas o la piedra en la que «duerme una imagen», según un conocido texto de Nietzsche que Jung ha comentado. Sentir, en definitiva, la respiración o neuma de la materia. Tal vez no a otra cosa apuntaba Pieasso al afirmar: «Si se acerca un espejo a un verdadero cuadro, el espejo deberá cubrirse de vapor, de aliento vivo, porque el cuadro está vivo.»

Esa materia unificada y unificante con la que Tàpies obra está sembrada de símbolos. Él mismo ha contemplado, como saliéndose de sí, algunos de esos símbolos mayores. Tal es el caso del muro, asociado a su propio nombre, al que dedica «Comunicación sobre el muro», uno de sus más bellos textos teóricos, uno de los más bellos textos teóricos que en tierra nuestra las gentes de nuestra generación hayan escrito. Pero hay otro símbolo también asociado, si no al contenido sí a la grafía de su
nombre, sobre el que Tàpies, que yo sepa, no ha hablado. Un símbolo mayor, que reaparece constantemente en su obra y con el que tiende a fundirse la T inicial de su apellido: el símbolo de la cruz. Árbol axial, eje de la extensión y de la altura, la cruz es el símbolo unificador de la materia viva del mundo. No es ése un símbolo cristiano o lo es sólo en la medida en que a la vez se entienda que es precristiano y supracrístiano. Tal es la cruz que Tapies hinca en su materia. La cruz que constituye también una particular materia que él ha privilegiado, la materia tejida, la materia en que la urdimbre y la trama, visibles en el saco o en el grosor material de las telas espesas, son portadoras del inmemorial símbolo de la cruz, como ha señalado René Guénon en un libro mayor sobre este tema.

Presencia radical de la materia y de la respiración total de la materia, la obra de Tàpies cruz donde niega toda ruptura de espíritu y materia. Símbolo de esa negación o de la negación negada es la cruz, donde converge lo que se complementa, donde se integran los contrarios, donde el eje solsticial y el eje equinoccial se cruzan; donde lo activo y lo pasivo se fecundan y el yin y el yang se encuentran.

V

En 1974, Maeght imprime en París las 64 litografías con collages que componen el álbum titulado Cartes per a la Teresa. Lectura de sí mismo, lectura o interrogación del propio destino. Cartes per a la Teresa tiene calidad de secreto recinto, de muy ahondado interior desde cuyo centro Tàpies, con la rigurosa y absoluta pasión que le es propia, hace revertir a lo visible un misterioso canto al amor y a la vida. Cartas que se dirigen a un destinatario. Pero cartas que son a la vez naipes, y en los naipes echados cabe leer, como sabido es, el nombre del destino. Destinatario y destino se confunden: forman el nombre de Teresa. Canto de amor secreto que aquí se manifiesta sin perder su secreto, para que esta pintura se acerque así al punto máximo de realización de lo poético , es decir, de lo que manifestado sigue siendo siempre anterior a su manifestación y no queda agotado en ella.

Leer la obra de Tàpies quizá imponga en lo sucesivo como condición absoluta leer estas 64 litografías, donde acaso haya dejado el pintor lo más secreto de sus propios símbolos. Cartas-naipes; amor·destino. Bastos, copas, espadas y oros: trèfle, coeur, pique y carreau. Tàpies ha utilizado sobre todo las cartas de la baraja española, cuyas cuatro series llevan emblemas que se corresponden con los de todos los juegos de cartas conocidos. Porque todas las cartas hablan el mismo lenguaje o encierran la misma posible clave de un conocimiento intuitivo del universo. Por eso la palabra Tarot, escrita circularmente, se lee Rota: rueda, círculo, símbolo de la totalidad.

Tàpies no ha utilizado ninguna de las cartas del Tarot, salvo una, la primera de las 22 que constituyen los arcanos mayores. Esa carta se llama en francés el Bateleur o Pagad y en inglés el Magician o Juggler. Su nombre en la serie española, donde los arcanos mayores han desaparecido de las cartas de juego, sería el Prestidigitador o el Mago. Es éste el que abre el juego o el mundo y el que propone la cuádruple combinación de emblemas, la tétrada, las cuatro series de cartas conocidas. El Prestidigitador contiene, pues, el Mundo, el Tarot o la Rueda. No hay sin esa figura cartas echadas.

A este primero de los 22 arcanos corresponde, consciente o inconscientemente, la más misteriosa de las litografías recogida en Cartes per a la Teresa. Un formato alargado, un fondo negro y sobre éste, en lo alto, un gran pañuelo blanco que se pliega sobre sí mismo. Una línea de puntos baja hacia lo inferior y a un lado de ella hay cuatro cartas. Tres cartas tapadas y una carta vuelta. La carta vuelta es el dos de coeur. Blanco sobre negro, el Prestidigitador no visible parece proponerse en esta pura suspensión, antes de comenzar el juego o cuando el juego acaso ha concluido, un nuevo enigma insólito, mas sólo en apariencia insólito, en la obra de Tapies: el enigma de la inmaterialidad de la materia.

José Ángel Valente

ENSEÑANZAS NATURALES

La vida me ha enseñado que si no encuentro mi propio ritmo natural para caminar en ella, no puedo equilibrar esfuerzo y disfrute, no avanzo con fluidez, y me extravío una y otra vez por los territorios de la culpa o la ambición.

La vida me ha enseñado a escuchar más mis sentimientos, a no ignorar mis anhelos ni temores, a confiar más en mi intuición y menos en la lógica, que siempre es prestada. Cuando lo hago, me uno a los demás, lo quiera o no, y se desarrolla la simiente de mi inteligencia, y me siento único sin creerme especial.

La vida me ha enseñado que es más saludable y útil dar antes de recibir. Me ha invitado a mirar primero si tengo algo valioso, puro, limpio, que ofrecer antes de pedir a los demás que me den su cariño, atención o apoyo. Si lo hago, muchas piezas de mi vida encajan con facilidad y alegría porque me enriquezco con la búsqueda y el cultivo de aquello que quiero compartir, y al ofrecerlo, al menos he podido disfrutarlo antes en soledad.

La vida me ha enseñado a mirar más allá de lo evidente para evitar la rutina de mis propias conclusiones, darme una sincera oportunidad de aprender de lo siempre nuevo, y acercarme un paso más hacia la inocencia de los sabios, tan ligera porque se han desprendido hasta de sus propias experiencias.

La vida me ha enseñado a saber esperar en un estado de paz alerta. En la espera, la vida es generosa y va mostrándome aquello que tengo, aquello de lo que puedo disfrutar, y aquello que me falta aún por alcanzar, e incluso si vale la pena alcanzarlo.

La vida me ha enseñado a reír con ganas cada día, a sonreír con franqueza cada hora, a ser feliz sin más cada minuto. Así, la risa me resulta algo natural, la sonrisa, algo esencial, la felicidad, un derecho inalienable y una deuda para conmigo mismo. El humor me permite, en primer lugar, no tomarme demasiado en serio a mí mismo, verme mejor desde fuera, y a la postre, me río menos de los demás, y más con ellos.
La vida me ha enseñado que el amor sin consciencia, es un arma letal que todos usamos o hemos usado alguna vez. De forma instintiva, huimos de aquellos que pretenden amarnos por la fuerza o de cualquier manera, sin sensibilidad. Un solo instante de no atención, puede matar, torturar, herir a otros o a la naturaleza esgrimiendo las mejores intenciones. También a nosotros mismos. Un único instante de atención plena, puede llenarnos de luz y hacernos comprender todo sin palabras, proporciona profundidad al amor, y sintoniza a los corazones.

La vida me ha enseñado a sentirme agradecido siempre, y saber cómo y cuándo expresarlo, a anhelar la luz sin dejar de valorar la sombra, a encontrar tesoros en lo insignificante y perfección en lo que creía sólo imperfecto, a escuchar cómo crecen las plantas, a contemplar cómo se visten las nubes, a soñar más despierto que dormido, a devolver de corazón y con mis propias riquezas lo recibido, y a recibir con sencillez los regalos, las críticas, las oportunidades únicas, y a agradecer sobre todo que los demás acepten mi ayuda, mis regalos, mi cariño, mis errores.

La vida me enseña continuamente tanto, que mi capacidad de absorción se ve desbordada cada día ante esa avalancha de saber natural, y apenas retengo unas pocas de sus enseñanzas. Jamás tendré verdadero derecho a culparla por haber aprendido poco o nada de ella. Sólo yo soy el responsable de tal desaprovechamiento, de semejante falta de comprensión.


La vida me ha enseñado que la principal causa de mi infelicidad es mi deseo de ser feliz. Lo soy con sólo darme cuenta de ello.


Luis Ángel Barquín

APRENDIENDO -III- : EL CONTINUO APRENDIZAJE

Decía Don Juan Matus, indio yaqui, a su discípulo Carlos Castaneda -en alguno de los maravillosos y mágicos libros escritos por este último- que el ser humano, para bien o para mal, lo que hace durante toda su vida es fundamentalmente aprender.
Aprender para mal no requiere ir más allá de las consecuencias inmediatas derivadas de la propia acción, el aprendizaje. Con sólo dejarnos atrapar por el atractivo que ejerce sobre nosotros el placer –en forma de huida compulsiva del dolor, comodidad, seguridad, poder sobre los demás, orgullo, ausencia de compromiso, olvido de uno mismo, etc.- de la aproximación fácil, no participativa, a los cambios continuos de la vida, el aprendizaje de lo insano se adquiere de forma casi inmediata y, lo que es peor, pasa a formar parte de nuestro subconsciente para toda la vida en la mayor parte de nosotros.
Aprender para bien -entendiendo ‘para bien’ como lo saludable, lo que nos aporta serenidad, gratitud, contento, lo que nos permite madurar y adquirir responsabilidad sobre nuestra situación y lo que la ha originado, lo que nos vincula con los otros hombres y la naturaleza- nos resulta casi siempre arduo, incómodo, poco atractivo, porque siempre necesita nuestras agallas, el enfrentarnos con nosotros mismos, el hacer que nuestra energía aumente para encontrar después cómo canalizarla creativamente, el tener que pasar por comprender las cosas desde dentro, de corazón, participando activamente en ellas, y el quedarnos en muchas ocasiones desnudos emocionalmente, sin máscaras tras las que ocultar aquello de lo que nos avergonzamos.
Además, el aprender para bien supone ir más allá de lo inmediato y evidente, de las ideas prestadas, de la obsesión por el resultado rápido y ventajoso que predomina en nuestro mundo actual. Implica la desnutrición del ego, el disfrute del camino sin escudriñar posibles metas, la escucha, vigilancia e investigación diarias, la comprensión de que el presente es el único destino real y posible para cada uno de nosotros.
El aprender para bien tiene consecuencias, que no resultados, que tarde o temprano se manifiestan en nuestra cotidianeidad. En realidad, sus consecuencias nos siguen y terminan por pegarse a nosotros como la sombra que son de nuestro esmerado y saludable aprendizaje. Uno va disfrutando de cosas muy simples, al alcance de todos o casi todos: vivencias nada espectaculares ni de las que presumir como dar un paseo al atardecer, comer sin prisa con un buen amigo, escribir una carta a mano, preparar un guiso, darse un baño con sales, barrer el suelo de casa, fregar los platos, escuchar una pieza musical, cantar sin saber por qué, jugar al ajedrez, reparar una bicicleta averiada...
Cuando, sin darnos cuenta, van acumulándose estas pequeñas vivencias --piedrecillas corrientes- en nuestras manos, un día, de pronto, todas juntas se transforman en preciosas, y nos revelan la riqueza que se ocultaba en su interior, expuesta a la luz por el acto de gratitud de haberlas disfrutado plenamente cuando nos parecían tan sólo baratijas. Esta mutación de lo profano en sagrado es un regalo que no puede buscarse directamente ya que es esquivo a la ambición y la avaricia. No puede ‘hacerse’ nada para su consecución pues no es definible como objetivo, ni personal ni colectivamente. Se trata de una bendición o gracia que la naturaleza nos hace llegar por sorpresa, desconociéndose su esencia y forma hasta que se manifiesta. Los ojos para ver lo pequeño, lo cercano y lo natural, son raros de encontrar entre nosotros. El acto en sí de participar de lo ordinario, lo alcanzable en el aquí y ahora, encierra el reto, que es un primer regalo donde se oculta, en semilla, el disfrute por la dedicación, y el regalo consecuencial no fechado que nos llega en forma de comprensión plena, sin palabras, de la esencia de la vida.
Para aprender las cosas para bien, la escuela definitiva es la propia vida. Si nos resistimos a sus continuas enseñanzas, vamos simplemente alejándonos más y más de aquello que nunca podemos perder, que es por definición nuestra propia naturaleza, la que unifica todo. Nos sentimos, así, como la parte que se opone al todo, creyéndose superior a él, capaz de conquistarlo. En esa tesitura, nos convertimos en creadores de nuestro propio sufrimiento. También del ajeno, en cierta medida.
En ciertos lugares y épocas, se han fundado y fundan escuelas cuyo propósito último es el de ser representantes del mundo natural y sus enseñanzas. En dichas escuelas, aprender para bien es el denominador común de todas sus acciones y omisiones, sus palabras y silencios, sus misterios y elocuencias. Sus discípulos aprenden primero el arte de desaprender lo falso a través de la escucha y comprensión de su cuerpo, de su mente, en soledad y en la relación con los otros y el mundo. Ellos van apartando cuidadosamente de sí todo lo que dificulta su percepción sensorial de la realidad, llevando conciencia a lugares de sí mismos aún inhabitados, inexplorados. La meta diaria es el desarrollo del amor por uno mismo a través de la confianza en el maestro y en los demás compañeros discípulos. El fin último es la integración en la totalidad, el retorno a lo que nos une a todos, el reconocimiento de la propia naturaleza como la única verdad posible y la celebración de la parte cuando constata que es en realidad el todo.
Hoy me considero afortunado, y me siento agradecido, por formar parte de una escuela así, como la que en mis mejores sueños pude alguna vez vislumbrar. Me asombro cada día de cómo esta escuela, mi escuela, va creciendo en salud, transformándose en una certera representante de la vida, en un ámbito cada vez más limpio donde echar raíces y aprender con tranquilidad de uno mismo, de los compañeros, de nuestras relaciones allende sus límites. En nuestra escuela, vamos siendo más y más conscientes de lo que nos falta, descubriendo aquello que hemos siempre tenido a nuestro alcance para disfrutarlo en soledad o en compañía. En esta escuela no nos aferramos a la soledad, ni a las relaciones personales.

Cada relación es considerada también como una forma de autoconocimiento. Cada momento de soledad comprendida es un silencioso tesoro que podemos y queremos compartir con los demás.

Luis Ángel Barquín

APRENDIENDO -II- : EL MAESTRO

Confieso que me he topado con poquísimas personas de las que osaría decir: es un maestro. Un ser así llamado ostenta para mí la categoría de excepcional en clara alusión a los aspectos capitales de su existencia: su relación consigo mismo, su trato con los demás, su vínculo con la naturaleza partiendo de su integración en ella, el empleo de su energía, la comprensión de su genealogía y entorno inmediato, la creación del sentido de su vida y, por ende, de su muerte, y la búsqueda de sus propias respuestas, verbales y no verbales, frente a los enigmas del universo y sus problemas cotidianos.
Si únicamente advertimos las zonas periféricas de un maestro, puede resultarnos vulgar a la mayoría, o parecernos un excéntrico más, dispuesto a todo para no pasar desapercibido. Mas su núcleo es el de un dragón: apenas unos pocos saben en verdad cómo camina, por qué cielos vuela, dónde se tiende a descansar, con qué se alimenta, qué lo motiva, de dónde nace su fuego…
Lo denomino ser porque es una persona que, ante todo y todos, es ella misma cueste lo que cueste y le cueste. Se trata de un individuo real por su inquebrantable consagración a recorrer las vías que presiente propicias a su búsqueda de la dicha permanente o la comprensión plena no-mental, sin dejar por ello de disfrutar del camino recorrido. Lo llamo excepcional refiriéndome a su potencial humano: no es ya la mera semilla que prometía convertirse en hombre en un futuro vago y muy distante, sino que ha germinado como persona cabal, de trazo firme, y recorrido el suficiente trecho a plena luz del día como para darse cuenta de que no nació por un capricho cósmico, ni para satisfacer las expectativas de alguien. Su excepcionalidad es la confirmación de la promesa de destino común que habita en todos los humanos; destino que puede y debe nacer en nosotros, y que hemos de desarrollar cada cual a nuestra manera por derecho natural y compromiso con la totalidad.
El maestro ya nace como tal. Un buen día, siendo infante, niño, adolescente, joven, hombre maduro o anciano, notará que el barco que lo conduce hacia la muerte es la idea que tiene de su propia vida: el barco lo ha ido construyendo él mismo a base de órdenes recibidas, enseñanzas adquiridas, aprendizajes honestos, sueños ajenos, normas acatadas, placeres no comprendidos, deseos insanos, dolores persistentes, unos pocos ratos de gozo, y toneladas de sufrimiento. Entonces, saltará al mar desde ese barco, en el que viajaba con muchos otros homínidos, y caerá en su propio bote de remos. Comenzará a remar solo, sin perder de vista el barco por si acaso, y se sentirá extraño, libre, aterrado, y responsable por primera vez. Allí nacerá su maestría, que habrá de nutrir y cuidar momento a momento. A partir de entonces, intentará desarrollarse como hombre que siente que transporta y custodia un tesoro de incalculable valor sin revelar; tesoro que valdrá la pena descubrir en soledad, por sí mismo, para después disfrutarlo solo o acompañado.
Todas las cualidades y características hasta aquí mencionadas, sustentan y adornan al maestro en medida e intensidad suficientes como para poder ser distinguido entre cualquier gentío o colectivo humano. Cosa bien distinta es que él mismo decida adquirir notoriedad en ciertos escenarios o se decante hacia el anonimato casi absoluto. De cualquier manera, siempre será detectado por aquellos corazones y almas grandes, aptos para rastrear las huellas de sus pasos o proclives a deleitarse con las armonías de su silencio.
Aconsejado por su propia lucidez y guiado por las señales que su intuición distinga, un maestro puede decidir emprender el viaje de su pleno autoconocimiento a través de bosques inextricables, diáfanos desiertos o galerías subterráneas, llevando a cabo una vida corriente en el centro de la gran ciudad, desempeñando heroicas misiones en lugares recónditos o mediante la creación y vigilancia de un espacio sagrado donde personas afines e interdependientes puedan ayudarse en el cultivo de la salud, asimilada como su propia e ineludible rendición consciente a la naturaleza de la que forman parte.
El maestro sabe de su condición de discípulo de lo total, del universo o como queramos llamarlo. Aprende sin desmayo de todo y de todos. Está siempre tan dispuesto a descubrir las riquezas del mundo, que éstas se le revelan en múltiples formas y por canales inesperados. Un maestro es sólo un usufructuario de la energía: no la posee, no hace acopio de ella, se limita a usarla para su propio bienestar y el ajeno, y disfruta de ella, con ella, contemplando cómo la energía da lugar a maravillosas y fragantes flores, jamás concebidas, dónde y cuándo gesta los nuevos frutos del vacío, o en qué grado desencadena sublimes e inauditas melodías.
Discípulo es todo aquél que en verdad está dispuesto a aprender de su maestro, que lo aceptará a su vez como aprendiz. Un maestro verdadero jamás enseña al discípulo cómo proceder, en qué fijarse, cuándo actuar, o en qué casos dejar que las cosas ocurran espontáneamente, sin su intervención. No se lo enseña, no porque no quiera sino porque le es imposible llevarlo a cabo. Si te has convertido en su discípulo, el maestro auténtico te señala cuáles son los caminos que no has de transitar, te insta a evitar ciertas compañías insalubres, te invita a desidentificarte de algunas actitudes o estados, y en suma trata de conducirte hacia tu maestro real, el guía interior que custodia la dicha que te corresponde como hombre, y que te es leal en todo instante, bajo cualquier circunstancia. De ese modo, el maestro te deja libre para que busques y encuentres tu destino mediante el esfuerzo responsable de tu singularidad, comprometiéndote a desarrollar al máximo tu inimitable destreza para la vida, y agradeciendo a la existencia la oportunidad recibida, que es poder llevarlo a cabo desde una perspectiva original, la tuya.

APRENDIENDO -I-

Aprender es un estado natural que nada tiene que ver con la acumulación de conocimientos por medio de la memorización mental-corporal. Sería más bien la exploración con asombro de lo desconocido desde el impulso de una sana curiosidad, guiada por la atención enfocada momento a momento hacia el fluir incesante de la vida. No es que la vida quiera enseñarnos, empecinada en que carguemos con sus tomos de lecciones, sino que nos invita a desprendernos de la carga sobrante para que, ya más livianos, podamos ser capaces de usar lo imprescindible en cada situación y abandonarlo a continuación.
Cierto es que el manejo de ciertas herramientas nos es útil en determinadas circunstancias que a lo largo de la vida se repiten de un modo más o menos parecido, pero también, que nunca nos enfrentamos a un hecho exactamente igual a otro acontecido, y que tampoco lo encaramos en el mismo estado de cuerpo-mente y espíritu de ocasiones anteriores... el “manejo del hacha” debe adecuarse a cada “tronco” que nos vamos encontrando y a nuestras facultades del momento.
En el aprendizaje, la calidad de la atención es la clave, determinando la profundidad con la que nos sumergimos hacia el núcleo de la disciplina. Aquí, la repetición por la repetición no desemboca en nada que no sea el aburrimiento o la frustración.
El maestro de verdad forma parte del flujo de energía refinada del universo, y se mueve como una rama en la corriente de un río. Si somos capaces de zambullirnos en su aventura, soportando el miedo a no usar el flotador de las ideas, el mismo fluir de las aguas nos transporta, y sólo habremos de encargarnos de vigilar su movimiento o ausencia del mismo, para acompasar nuestra voluntad a la del maestro.
La capacidad que va recuperando el aprendiz para sentir el propio cuerpo-mente y, simultáneamente, las ondas del cuerpo-mente del maestro, le otorga el discernimiento natural que impregna de luz, sabor, aroma, silencio y tacto a la sensación vinculada a cada paso del aprendizaje, lo que le permite encontrar las respuestas por sí mismo.
Un maestro nace ya siéndolo, y se va haciendo más consciente de ello a lo largo del tiempo mediante los sucesivos actos de ensayo-error-experiencia que van jalonando su andadura vital. Llega un momento en el que ya no siente la necesidad de explicar detalladamente las técnicas que conducen a la maestría de su arte para que el aprendiz las llegue a comprender, y sólo se ocupa de señalar con sutileza al discípulo los errores básicos, sugiriendo mediante su simple presencia la actitud adecuada para corregirlos. La enseñanza no surge ya de su ego, él no está presente detrás de sus palabras, miradas o gestos. Su ser completo es la docencia sin docente, nunca agresiva, siempre pasiva y amorosa para que la iniciativa del aprendizaje pueda florecer en el discípulo como una más de las formas que adopta su autoconocimiento.
En el deambular existencial, todos somos a la vez maestros y discípulos. Para un ser humano, es imposible profundizar al mismo tiempo en todas las disciplinas, resultando ya arduo y lento el simple aprendizaje de una sola de ellas para la inmensa mayoría de la humanidad.
Cada ser puede aprender lo que le diferencia y lo que tiene en común con los demás seres. Podemos reconocer en cada piedra, río, pájaro, flor, árbol, montaña, insecto, o nube, nuestra calidad de efímeros y eternos, la sabiduría del sentir que todas las piezas acaban siempre encajando en este juego perpetuo, el hecho de que estamos aquí para celebrar cada momento como único e irrecuperable, las nuevas maravillas que nos regala el día que comienza y que cómodamente soñamos cada noche en nuestra sala de cine privada.
En sentido inverso, uno tiene el poder de enseñar a los demás todos los tesoros que lleva dentro cuando su corazón se abre y se muestra tal cual es en la quietud, en la acción o en la respuesta, mas sin imponer nada al otro. Sólo con invitar a los demás a compartir la propia dicha de aprender como fin en sí misma y a nadar en la abundancia de un océano donde nacen tantas perlas a cada instante que no se agotan por más que nos dediquemos a cogerlas, algo se escapa de uno mismo y los demás lo reciben como una brisa refrescante y curativa. Esa brisa los dispondrá para iniciar o recuperar el anhelo de bucear en asuntos diferentes de un modo relajado, de manera que ellos siempre estarán dispuestos a jugar, forma suprema del aprendizaje en la que uno es a la vez jugador y juguete. Será un tiempo de juego donde adquirir la destreza de participar en todo sin complejos, en un estado de inocencia que permitirá seguir explorando con asombro y sin cansancio, sin saber hacia donde nos dirigimos, confiando en algo inmenso que cuida de nosotros.


Luis Ángel Barquín

lunes, 9 de marzo de 2009

OSHO (Bhagwan Rajneesh) -CONSCIENCIA-

LOS CUATRO PASOS HACIA EL AMOR

El amor es la unión, el encuentro orgásmico de la muerte y la vida. Si no has conocido el amor, te lo has perdido. Naciste, viviste y moriste, pero perdiste la oportunidad. Te has equivocado tremendamente, totalmente, absolutamente, has perdido el intervalo entre las dos notas. Ese intervalo es el pináculo más alto, la experiencia suprema.

Para alcanzarlo, hay cuatro pasos que debes recordar:

El primero: estar aquí y ahora, porque el amor sólo es posible en el "aquí-ahora".


No puedes amar en el pasado. Muchas personas viven simplemente de recuerdos, amaron en el pasado. Y hay otros que aman en el futuro; eso tampoco se puede hacer. Estas son formas de evitar al amor. El pasado y el futuro son las formas de evitar al amor. De modo que amas en el pasado o amas en el futuro y el amor es sólo posible en el presente porque sólo en este momento la vida y la muerte se encuentran... en el oscuro intervalo que está dentro de ti. Ese intervalo oscuro está siempre en el presente, siempre en el presente, siempre en el presente. Nunca es pasado y nunca es futuro. Si piensas demasiado—y pensar es siempre o del pasado, o del futuro—tus energías se separarán de tus sentimientos. Sentir es estar aquí-ahora. Si tus energías se mueven en función del pensar, entonces no tendrás suficientes energías para adentrarte en los sentimientos y el amor no será posible.
Así que el primer paso es estar aquí-ahora. El futuro y el pasado traen pensamientos y el pensar destruye el sentir. Y una persona obsesionada con el pensar, poco a poco se olvida completamente de que también tiene un corazón. Un hombre que piensa demasiado, avanza de tal manera que, poco a poco, deja de expresar lo que siente. No prestándole atención al sentir, empieza a alejarse de él. Hay millones de personas en este estado sin saber qué significa el corazón. Creen que es sólo un mecanismo. Se concentran exclusivamente en la mente. La mente es un extremo, es necesaria, es un buen instrumento, pero debe usarse como un esclavo. No debe ser el amo. Una vez que la mente se convierta en el amo y dejes en segundo término al corazón, vivirás, morirás, pero no sabrás qué es Dios, porque no sabrás qué es el amor.
Al contactar con él por primera vez, ese intervalo oscuro parece ser amor y cuando te pierdes en él, se convierte en Dios. Dios comienza con el amor, o Dios es la última cúspide del amor.


El segundo paso hacia el amor es: aprende a transformar tus venenos en miel...


Mucha gente ama, pero su amor está muy contaminado con venenos, con odio, celos, furia, posesividad. Mil y un venenos asedian tu amor. El amor es algo delicado. Detente a pensar en la ira, en el odio, en la posesividad, en los celos. ¿Cómo puede el amor sobrevivir? En primer lugar las personas utilizan demasiado la cabeza y olvidan el corazón. Son la mayoría. Una minoría, todavía vive un poco en el corazón, pero esa minoría también está equivocada, su pequeña luz de amor está rodeada por celos, odio, ira y mil y un venenos. Así, todo el viaje se vuelve amargo. El amor es la escalera entre el cielo y el infierno, pero la escalera siempre tiene dos caminos: puedes subir o bajar. Si existen venenos, la escalera te llevará hacia abajo. Entrarás en el infierno y no en el cielo. Y vez de alcanzar una melodía tu vida será un estruendo nauseabundo, contradictorio, como el ruido del tráfico. Un ruido enloquecedor, una multitud ruidosa, sin armonía. Permanecerás al borde de la locura. Por lo tanto lo segundo a recordar es: aprende a transformar tus venenos en miel.
¿Cómo serán transformados? Hay un proceso simple. De hecho no es correcto llamarlo transformación porque no tienes que hacer nada, sólo necesitas paciencia. Te estoy revelando uno de los mayores secretos. Inténtalo: cuando sientas rabia, no hagas nada, sólo siéntate en silencio y observa. No estés ni a favor, ni en contra. No cooperes con ella, no la reprimas. Sólo obsérvala, ten paciencia, mira lo que sucede... déjala surgir.
Recuerda una cosa: nunca hagas nada cuando el veneno se apodere de tu estado de ánimo, simplemente espera. Cuando el veneno empiece a cambiar... Esta es una de las leyes básicas de la vida: todo cambia continuamente. Como te había dicho, el hombre se vuelve mujer y la mujer se vuelve hombre, porque periódicamente ocurren cambios en ti. El hombre bueno se vuelve malo y el malo bueno; el santo tiene momentos de pecador y el pecador, de santo... uno sólo tiene que esperar.
No actúes cuando la furia está en su punto más álgido, si no te arrepentirás y entrarás en una reacción en cadena y crearás karma. Es así como entras en el karma. Haz algo cuando estés en un momento negativo y formarás parte de una cadena interminable. Cuando estás negativo y actúas, el otro se vuelve negativo, el otro está dispuesto a hacer algo. La negatividad genera más negatividad. La negatividad provoca más negatividad, la furia crea más furia, la hostilidad crea más hostilidad y las cosas siguen y siguen y siguen.
La gente ha estado luchando entre sí, durante vidas enteras. ¡Y aún continúan!
Espera. Cuando estás furioso, éste es el momento de meditar; no desperdicies ese momento. La ira está creando tanta energía en ti... que puede destruirlo todo. Pero la energía es neutral; la misma energía que puede destruir, puede ser creativa. Detente. La misma energía que puede destrozarlo todo, puede ser una lluvia de vida.
Sólo espera. Si esperas y haces las cosas sin prisa, un día te sorprenderás al ver el cambio interno. Estabas lleno de ira y la ira iba aumentando y aumentando hasta que llegaste a un clímax... y entonces el curso de las cosas empezó a cambiar. Y puedes ver que está cambiando y la furia va desapareciendo y la energía liberándose. Entonces estarás en un estado de ánimo positivo: el ánimo creativo. Ahora puedes hacer algo. Hazlo ahora. Espera siempre el momento positivo.
Y no estoy hablando de represión, no estoy diciendo que suprimas lo negativo. Lo que digo es que observes lo negativo. Recuerda la diferencia, existe una tremenda diferencia. No digo que te estanques en lo negativo, que te olvides de lo negativo, que hagas algo en contra de ello, no. No estoy diciendo eso.
No digo que sonrías cuando estás furioso, no. Esa sonrisa será falsa, fea, fingida. No sonrías cuando estés furioso. Enciérrate en tu cuarto, coloca un espejo frente a ti y mira tu rostro lleno de rabia. No hay necesidad de mostrárselo a nadie. Es cosa tuya, es tu energía, tu vida y debes esperar el momento oportuno. Sigue mirándote al espejo, mira tu cara enrojecida, los ojos rojos, al asesino en ti. ¿Has pensado alguna vez que cada uno lleva un homicida en su interior? Tú también llevas uno. No creas que el asesino está en otra parte, ni creas que el que comete el asesinato es otro. No, todos tienen la
posibilidad de asesinar. Llevas el instinto suicida en ti.
Mírate en el espejo; esos son tus diferentes estados, debes familiarizarte con ellos. Conocerse a uno mismo forma parte del crecimiento…
Desde Sócrates hasta nuestras días se ha oído: "Conócete a ti mismo". Pero ésta es la manera de conocerse a uno mismo. "Conocerte a ti mismo", no significa sentarse silenciosamente y repetir: "Soy Brahma, soy una alma, soy Dios, soy esto..." no tiene sentido. Conocerse a uno mismo quiere decir conocer todos los estados, todas las posibilidades: el asesino, el pecador, el criminal, el santo, lo sagrado dentro de ti, la virtud, el Dios, el Diablo. Conoce todos los estados, toda su gama; conociéndolos descubrirás secretos, llaves.
Verás que la ira no permanecerá para siempre, o ¿sí podrá? No lo has intentado; ¡Inténtalo! No puede permanecer para siempre. Si no haces nada, ¿qué sucederá? ¿Podría la ira quedar suspendida por
siempre y para siempre? Nada permanece para siempre. La felicidad viene y se va, la infelicidad viene y se va. ¿Entiendes esta simple ley? Todo cambia, nada permanece. Así que, ¿por qué tener prisa? La rabia ha llegado. Se irá. Sólo espera, ten un poco de paciencia. Mira en el espejo y espera. Déjala correr, deja que tu rostro se vuelva feo y homicida, pero espera y observa.
No reprimas la rabia y no actúes bajo su influencia y pronto verás que tu rostro se suavizará, tus ojos se calmarán; la energía cambia, lo masculino se convierte en femenino... y pronto estarás radiante. La misma rojez que era rabia ahora ha adquirido un cierto resplandor, una belleza en tu rostro, en tus ojos.
Ahora puedes salir, el momento de actuar ha llegado. Actúa cuando estés positivo. No fuerces a la positividad, deja que llegue a su tiempo. Este es el secreto. Cuando digo: "Aprende a transformar tus venenos en miel" , eso es lo que quiero decir.

Y tercero: comparte. Cuando tengas algo negativo, guárdalo para ti. Cuando tengas algo positivo, compártelo.

La gente, comúnmente, comparte sus negatividades, no comparte sus experiencias positivas. La Humanidad es simplemente estúpida. Cuando están contentos no comparten, son avaros. Cuando se sienten infelices, son muy pródigos. Entonces están mucho más dispuestos a compartir. Cuando la gente sonríe, sonríe muy moderadamente, sin llegar muy lejos, pero cuando están furiosos, lo están totalmente.
El tercer paso es compartir la positividad. Esto hará que tu amor fluya como un río y hará que surja de tu corazón. El dilema de tu corazón empezará a cambiar cuando compartas.

He oído un dicho muy extraño de Jorge Luis Borges. Escúchalo:

"Dale aquello que es sagrado a los perros.
Arroja las perlas a los puercos
porque lo que importa es dar".


Has oído lo contrario que dice así: "No arrojes nada a los perros y no des perlas a los puercos, porque no entenderán".
Lo que importa no es lo que estás dando: perlas, santidad y amor, ni a quién se lo estás dando. Eso no es importante. Lo importante es que estés dando. Da cuanto tengas. Gurdjieff solía decir: "Todo lo que acumulé, lo perdí y todo lo que di, es mío. Todo aquello que di aún lo tengo, y todo lo que acumulé se perdió, se fue." Cierto; tienes sólo aquello que has compartido. El amor no es una propiedad para ser guardada; es un resplandor, es una fragancia para ser compartida. Cuanto más compartas, más tendrás; cuanto menos compartas, menos tendrás…
Cuanto más compartas, más surgirá de tu interior. Es infinito; más brotará. Saca agua del pozo y más agua fresca fluirá hacia él. Deja de sacar agua, cierra el pozo, sé un miserable y cesará de manar. Poco a poco las fuentes morirán, se bloquearán y el agua que está en el pozo se corromperá, se volverá rancia y sucia. El agua que corre es fresca... el amor que fluye es fresco.
Así que el tercer paso hacia el amor es compartir tus cosas positivas, compartir tu vida, compartir todo lo que tengas. Todo lo bello que tengas, no lo escondas.
Comparte tu sabiduría, comparte tu oración, tu amor, tu felicidad, tu gozo; comparte. Sí, si no encuentras a nadie, comparte con los perros, pero comparte. Con las rocas, pero comparte. Cuando tengas perlas, espárcelas. No te preocupes si las das a los puercos o a los santos. Lo que importa es dar.
El almacenamiento envenena el corazón. Toda acumulación es venenosa. Si compartes, tu sistema estará libre de venenos. Y cuando des, no te preocupes por si serás correspondido o no, no esperes ni tan siquiera las gracias. Siéntete agradecido a la persona que te permitió compartir algo con ella. No esperes en el fondo de tu corazón que él tenga que sentirse agradecido porque compartiste algo con él. No, siéntete agradecido porque él estuvo dispuesto a escucharte, a compartir un poco de energía contigo, porque estuvo dispuesto a escuchar tu canción, dispuesto a ver tu danza, porque cuando fuiste hacia él a darle no te rechazó... pudo haberlo hecho.
El compartir es una de las virtudes más espirituales, una de las más grandes.

Y la cuarta: no seas "alguien".

Una vez que comienzas a pensar que eres alguien, te estancas. Entonces el amor no fluye. El amor sólo fluye de alguien que no es nadie. El amor mora sólo en la nada.

Cuando estás vacío, hay amor.
Cuando estás lleno de ego, el amor desaparece.
El amor y el ego no pueden converger.

El amor puede existir con Dios y no con el ego, porque el amor y Dios son sinónimos. Es imposible que el amor y el ego estén juntos. Así que, sé la nada. El "no ser" es la fuente de todo, el "no ser" no ser es la fuente del infinito... "no ser" es Dios. Ser "la nada" significa nirvana.
Sé "la nada" y al serlo, habrás alcanzado el Todo. Siendo "algo" te perderás; al ser "la nada", llegarás a casa.

Osho (Bhagwan Rajneesh)


domingo, 8 de marzo de 2009

G. I. GURDJIEFF -CONSCIENCIA-

ATENCIÓN Y CONSCIENCIA

La mayoría de los sistemas que tratan de la evolución, cuando se refieren a la consciencia quieren decir realmente "la atención". Tendría mucho valor examinar durante un momento lo que queremos decir con las diversas formas de atención y el lugar que la atención tendrá en nuestro trabajo antes de definir la palabra "consciencia".

La atención ordinaria está concentrada involuntariamente en objetos o ideas específicas, está atraída hacia un lado u otro por lo que llamamos la "llamarada" y el "brillo", como en el camino principal de una feria. La atención superior está desenfocada de objetos específicos de la atención y está extendida sobre un campo de visión ancho mediante el método de lo que se llama la "difusión".

Es importante entender que la atención no es una actividad mental, aunque la mente puede ser atraída automáticamente a la atención. La mente tiende a involucrarse en cualquier actividad con poca discreción, y puede ser atraída involuntariamente a muchas actividades por puro aburrimiento. La atención tiene su fuente totalmente fuera del universo fenoménico y existe aparte del espacio y tiempo y de la vida orgánica. La atención puede concentrarse en cualquier objeto que suele incluir lo siguiente: la consciencia de alguna identidad orgánica, la consciencia de la ubicación de una forma orgánica dentro de la cual la atención se encuentra concentrada, y la consciencia del contenido de la experiencia e información guardada por la identidad y forma orgánica.

Nadie puede saber exactamente la concentración de atención de otra persona o en exactamente qué su atención está colocada. Se puede colocar la atención no sólo en un objeto, sino también en otros objetos más intelectuales y emocionales al mismo tiempo, aunque la atención no esté dividida voluntariamente.

Se puede colocar la atención en un objeto y sin embargo no entra en la consciencia actual de un individuo. Esto demuestra claramente que la atención no necesita formar parte del proceso orgánico y existe bastante apartado de la vida orgánica. Es esta separación la que hace que la atención sea una herramienta útil para la evolución voluntaria, porque la naturaleza no le exige al hombre su atención consciente, sólo le exige su atención automática orgánica, es decir, la atención automática de la máquina por reacción refleja.

Aplicado al trabajo, esto significa que sólo nosotros mismos somos capaces de saber realmente si hemos concentrado nuestra atención o si la tenemos difusa, y si nuestra atención es voluntaria o involuntaria, orgánica o intencionada. Si de vez en cuando recordamos que nuestra atención ha vagado, o que se ha hecho difusa involuntariamente, se ha quitado del objeto de nuestra atención, o que ha caído en la identificación con alguna llamarada o brillo, entonces no hemos despertado realmente en cualquier sentido auténtico de la palabra; hemos recordado simplemente que nuestra voluntad de atención voluntaria nos ha fallado momentáneamente.

La atención no depende de un cambio de estado de ánimo o estado psicológico. Es totalmente independiente de toda condición orgánica, aunque sus actividades y observaciones pasan por lo orgánico. Aunque la atención existe independientemente de lo Orgánico, y nunca cambia en sí, el objeto de la atención puede cambiar según leyes matemáticas y fuerzas de influencia de varias clases.

Mientras que la atención involuntaria sostiene el estado de sueño orgánico dentro del cual el hombre orgánico se encuentra esclavizado, la atención voluntaria crea lo que se llama "la memoria permanente". Los eventos grabados en este estado son tan vívidos como los eventos experimentados en la actualidad en el estado de sueño ordinario del hombre. Comparado con el estado ordinario del hombre orgánico pues, el estado de la consciencia real es aun más vívido y agudo.

Un hecho importante sobre la atención es que no tiene grados . . . o está, o bien no está presente. Ni siquiera la muerte orgánica puede acabar con la atención.

Ciertos factores sobre la atención voluntaria son observables:

* Mientras que la atención involuntaria no tiene una duración específica, la atención voluntaria tiene un comienzo y un fin definido. Podemos cronometrar nuestra atención voluntaria con un reloj.


* La atención involuntaria viene y se va, y existe más o menos como un estado permanente. No somos conscientes de la presencia de la atención involuntaria, pero la atención voluntaria conlleva una sensación definida de su presencia. Podemos determinar la frecuencia con que fuimos capaces de activar nuestra atención voluntaria durante cualquier periodo de tiempo.

* Mientras que la atención involuntaria cae en un objeto tras otro, sin dejar rastro alguno de su paso en nuestros recuerdos excepto una tenue y general recordación borrosa y nebulosa, la atención voluntaria es exacta y podemos decir en qué colocamos nuestra atención en cualquier momento dado, y podemos apartar nuestra atención de un objeto y colocarla en otro siguiendo nuestra propia discreción.

* El hecho de que la atención puede ser hecha voluntaria, continua y controlable mediante esfuerzos especiales, es un hecho dado por sentado en muchas antiguas escuelas de evolución; pero es casi desconocido en las ciencias psicológicas y esotéricas contemporáneas.

* En relación a la atención, la consciencia, la consciencia real en primer lugar depende de la atención y después "aprende" a existir independientemente de ella. La consciencia real no sucede por sí sola; se hace mediante esfuerzos especiales, y continua existiendo mediante métodos especiales conocidos por escuelas esotéricas para la preparación de candidatos para la evolución voluntaria. Se puede definir la consciencia real como la visión momentánea o parcial del mundo no-fenoménico – y a veces la participación directa en él. Solamente esta definición puede servir como una auténtica representación de la palabra "consciencia".

Próximamente, en nuestros estudios iniciales, debemos llegar a un entendimiento de la idea de la consciencia y de qué papel juega ésta en la evolución voluntaria.

Claro está, todo esto está sustentado en dos ideas muy importantes . . . ¿en realidad es posible lograr una gradación superior de consciencia?, y junto con esta pregunta, ¿realmente es posible evolucionar voluntariamente?, dejando momentáneamente de un lado la cuestión de lo que queremos decir con las palabras "voluntario" y "evolución".

Estas dos preguntas importantes suelen ser ignoradas por todas las escuelas de las ciencias esotéricas contemporáneas; pero cualquiera que entre en tal clase de escuela seguramente merece no sólo una respuesta, sino pruebas de que semejante sistema es posible y que la escuela representa un sistema funcional de la evolución voluntaria. Sólo después de que este asunto haya sido tratado será permisible que una escuela continúe proporcionando datos y condiciones para el trabajo sobre uno mismo. Una escuela que no puede demostrar satisfactoriamente la posibilidad de la evolución y la consciencia no merece existir.


George Ivanovitch Gurdjieff

G. I. Gurdjieff (1877-1949). Nacido en la Armenia rusa, buscó en las fuentes ancestrales las respuestas a las preguntas fundamentales del ser humano. Sus planteamientos constituyen un revolucionario y coherente cuerpo de ideas interrelacionadas, que guían al auténtico buscador por el camino de la evolución consciente. Figura mística y polémica, el "Tigre de Turkestán" dejó un poderoso legado orientado al despertar de las conciencias dormidas. Esta tradición, compleja y rigurosa, tiene seguidores y detractores en todo el mundo.

FRITZ PERLS -CONSCIENCIA-

¿QUÉ ES GUESTALT?

La idea de la terapia Guestáltica es convertir a las personas de cartón en personas de verdad. Ya lo sé, es un buen bocado. Y ade­más conseguir que el hombre de nuestro tiempo vuelva a la vida y enseñarle a usar su potencial innato, que pueda ser un líder sin ser un rebelde, que tenga un centro en lugar de vivir apoyándose en cosas. Todas estas ideas suenan a muy exigentes, sin embargo creo que ahora son posibles; que no es preciso estar durante años décadas y si­glos, tendidos en un diván, para lograr cambios que no son esenciales. La condición para conseguir esto es la siguiente: nuevamente tengo que irme atrás y referirme al medio social en que nos encontramos.


En las décadas anteriores, el hombre de la sociedad vivía pa­ra lo que era correcto, y cumplía su tarea sin importar si realmente quería su trabajo, o si era adecuado para él. La sociedad entera estaba regida por "debe-ísmo” y el puritanismo. Uno hacia su cosa, le gus­tara o no. Ahora, creo que el medio social completo ha cambiado. El puritanismo ha pasado a ser hedonismo. Comenzamos a vivir para divertirnos, para el disfrutar, para estar incitados. Cualquier cosa es aceptable siempre que sea agradable. Por lo demás, suena bastante bien. Sin embargo, es un traspié bastante serio. Me refiero a que nos hemos tornado fóbicos hacia el dolor y el sufrimiento. Permítanme repetir estas palabras - nos hemos tornado fóbicos hacia el dolor y el sufrimiento -. Todo aquello que no es divertido o agradable, debe evitarse. De modo que arrancamos cualquier frustración que pue­de ser dolorosa e intentamos irnos por un atajo. Y el resultado es falta de crecimiento. Cuando hablo de estar dispuestos para enfren­tar cosas que no son agradables, no estoy hablando, por cierto, en favor del masoquismo; por el contrario, el masoquista es una persona que le teme al dolor y ensaya siempre para tolerarlo. Me refiero al sufrimiento que va junto con el crecer. Estoy hablando de encarar con honestidad situaciones desagradables. Y esto está muy relacionado con el enfoque guestáltico. Sin embargo, no quisiera extenderme demasiado sobre el fenómeno mismo de la Guestalt. La idea central de Guestalt consiste en un todo, algo completo, en sí mismo, un entero que está. Apenas dividimos una Guestalt, tendremos partes y pedazos, y ya no un entero. Esto lo encontramos muchas veces, pero diré que si tenernos tres trozos de madera, uno aquí, uno aquí, y otro aquí, estos tres pedazos constituyen una Guestalt muy imprecisa. Si uno los junta así, se ve de inmediato que forman un triángulo, pero apenas son separados, el triángulo desaparece y la guestalt desaparece. Ahora bien, en la formación guestáltica biológica, la guestalt tiene una dinámica que regula toda la vida orgánica.


La Guestalt quiere ser completada. Si la guestalt no se completa, quedamos con asuntos inconclusos, y estas situaciones inconclusas presionan y presionan, y quieren ser completadas. Supongamos que hemos tenido una riña con alguien, realmente nos enfurecimos con ese tipo del que queremos vengarnos. Esta necesidad de venganza ­joderá y joderá hasta que concluyamos la situación. De modo que hay miles de guestalts inconclusas. Es muy sencillo deshacerse de estas guestalts. Estas guestalts van a emerger. Saldrán a la superficie. Y siempre ocurre que la guestalt más importante surge primero. No es necesario cavar “a lo Freud" en el inconsciente más profundo. Tenemos que darnos cuenta de lo obvio. Si logramos entender lo obvio, veremos que está todo ahí. Todo neurótico es una persona que no ve lo obvio. De modo que lo que estamos tratando de hacer en terapia Guestáltica es entender la palabra "ahora", el presente, el darse cuen­ta y ver lo que ocurre en el ahora. Y el llegar a entender el ahora toma un tiempo indefinido, desde cuatro semanas hasta veinte años.

El “ahora” es un concepto tan interesante y a la vez difícil, porque sólo se puede trabajar y lograr algo si se trabaja en el ahora y el presente. Por otro lado, tan pronto como se hace de esto una exigencia moralista, se ve de inmediato que resulta imposible. Si se trata de agarrar el ahora, ya se ha ido. Es una paradoja poder trabajar en el ahora y ser incapaz de aferrarse a él e incluso focalizarlo.

El otro punto que quiero recalcar con respecto a nuestra terapia es la palabra “cómo”. En los siglos anteriores preguntábamos “por qué". Andábamos en busca de causas, razones, excusas y racionalizaciones. Y pensábamos que cambiando las causas podríamos cambiar el efecto.

En nuestra era electrónica, ya no preguntamos por qué, preguntamos cómo. Investigamos la estructura, y al entender la estructura, sólo entonces podemos cambiarla. Y una estructura que nos interesa muchísimo es la estructura de nuestro argumento vital - a menudo también llamado Karma o destino – que, por lo general, está compuesto de autotortura, juegos futiles de automejoramiento, reali­zaciones y cosas por el estilo...
...Y entonces, se encuentran dos personas, y tienen argumentos vitales diferentes, y entonces tratan de imponerse respectivamente su guión vital o uno quiere agradar al otro, olvidando las necesi­dades propias, y convertirse en parte de su guión, y entonces viene el compromiso, la confusión, las peleas; y las personas se quedan pega­das entre ellas y todo el guión vital se enreda, lo que a su vez, es parte del guión vital.

Fritz Perls

Extracto del libro EL ENFOQUE GUESTÁLTICO & TESTIMONIOS DE TERAPIA; Editorial: CUATRO VIENTOS. Este libro es traducción de THE GESTALT APPROACH & EYE WITNESS TO THERAPY. ã Science & Behavior Books, 1973.
Autor: FRITZ PERLS (Friedrich Salomon Perls), Doctor en Medicina y Psicoanalista (1893-1970).
Por más que hayan sido muchos e importantes sus colaboradores, la Terapia Gestalt no existiría tal como la conocemos hoy sin su presencia, su talante y su genialidad.

OSHO (Bhagwan Rajneesh) -CONSCIENCIA-

EN LA EXISTENCIA NO HAY PREGUNTAS

La primera pregunta:

Como te he oído decir, la Existencia en su conjunto es la respuesta, no la pregunta. Si existe la respuesta y no la pregunta, ¿por qué surge la pregunta de la respuesta?

No surge de la respuesta; surge de ti. Y surge de ti porque no has visto aún la respuesta; todavía no has oído la respuesta.


Para conocer la Existencia has de ser existencial. No eres existencial; vives en los pensamientos. Vives en el pasado, en el futuro, pero nunca aquí y ahora. Y la Existencia es, exactamente, aquí y ahora. No estás presen­te; de ahí que surja la pregunta. La pregunta surge debido a tu desencuentro con la Existencia. Piensas que vives, pero no vives; piensas que amas, pero no amas. Sólo piensas en el amor, piensas en la vida, piensas en la Existencia, y ese mismo pensamiento es la pregunta, ese pensamiento es una barrera. Deja a un lado todo pensamiento... y ve. Entonces no encontrarás una sola pregunta; sólo existirá la respuesta.

Por eso insisto una y otra vez en que la búsqueda no es realmente en pos de una respuesta; en realidad no bus­cas para contestar tus preguntas, no. Buscas sólo cómo deshacerte de las preguntas, cómo contemplar la vida y tu exis­tencia con una mente sin preguntas. Ése es el significado de shrada, confianza. Esta es la dimensión más profunda de shrada, confianza: contemplas la Existencia con una mente sin preguntas. Simplemente la observas. No tienes una idea de cómo contemplarla, no le impones ninguna forma, no tienes ningún prejuicio. Simplemente miras con los ojos desnudos, completamente libre de cualquier pensa­miento, de cualquier filosofía, de cualquier religión. Con ojos de niño pequeño contemplas la Existencia y entonces, de súbito, sólo existe la respuesta. En la Existencia no hay preguntas. Las preguntas surgen de ti. Y seguirán surgien­do. Puedes continuar acumulando tantas respuestas como gustes... esas respuestas no te ayudarán. Tienes que obte­ner «la respuesta» y para obtener «la respuesta» tienes que dejar de preguntar. Cuando no hay ninguna pregunta en la mente, la visión es clara; tienes claridad de percepción, las puertas de la percepción están limpias y abiertas y todo se vuelve, repentinamente, transparente. Puedes ahondar has­ta el fondo. Dondequiera que mires, tu mirada penetra hasta el centro más profundo y allí, súbitamente, te encuentras a ti mismo.

Te encuentras a ti mismo en todas partes. Te encon­trarás en una piedra... si observas en profundidad, con intensidad suficiente. Entonces el que presencia, el obser­vador, se convierte en lo observado, el que ve se convierte en lo visto, el conocedor se convierte en lo conocido. Si observas con suficiente profundidad una piedra, un árbol, un hombre, o una mujer, si mantienes esa profunda con­templación, esa contemplación es circular. Empieza en ti, pasa a través del otro y regresa a ti. Todo es transparente. No hay ningún impedimento. El rayo va, se transforma en un círculo y recae de nuevo sobre ti.

De ahí una de las más grandes frases ocultas de los Upanishads: «Tat twamasi Svektetu», «Tú eres eso» o «Eso eres tú». El círculo está completo. Ahora el devoto es uno con Dios, ahora el buscador es uno con lo buscado, ahora el que pregunta se ha convertido en la respuesta.

En la Existencia no hay preguntas. La he vivido lo suficiente y no me he encontrado con una sola pregunta; ni siquiera un fragmento de una pregunta. Uno simplemente vive.

Entonces la vida posee una belleza propia. En la men­te no surge duda alguna, ninguna sospecha te rodea, en tu ser no hay ninguna pregunta. Eres indiviso, uno.


Osho (Bhagwan Rajneesh)

Extracto del libro TAO, “LOS TRES TESOROS”, Volumen II (Charlas sobre el Tao Te King de Lao Tse); Editorial: SIRIO
Autor: OSHO(Bhagwan Rajneesh), místico iluminado indio (1931-1990)

OSHO (Bhagwan Rajneesh) -CONSCIENCIA-

LAS CUALIDADES DEL NIÑO

La EXPERIENCIA del niño obsesiona durante toda su vida a la gen­te inteligente. La quieren repetir: la misma inocencia, el mis­mo asombro, la misma belleza. Ahora es un eco lejano; parece como si la hubiese visto en un sueño.


Pero toda la religión nace de la cautivadora experiencia de la in­fancia, del asombro, de la verdad, de la belleza y de la hermosa dan­za de la vida en todas las cosas. Los cantos de los pájaros, los colo­res del arco iris, la fragancia de las flores, recuerdan al niño que ha perdido el Paraíso en lo más profundo de su ser.

No es una coincidencia que todas las religiones del mundo ten­gan en sus parábolas la idea de que una vez el hombre vivió en el Paraíso y de alguna manera, por alguna razón, fue expulsado de él. Hay diferentes historias, diferentes parábolas, pero significando una verdad sencilla: estas historias son sólo un modo poético de decir que todo hombre nace en el Paraíso y después lo pierde. Los retrasados, los poco inteligentes, lo olvidan por completo.

Pero las personas inteligentes, sensibles, creativas, siguen es­tando obsesionadas por el Paraíso que una vez conocieron y que ahora permanece en ellas como una tenue memoria, difícil de creer. Empiezan a buscarlo de nuevo.

La búsqueda del Paraíso es nuevamente la búsqueda de tu in­fancia. Por supuesto, tu cuerpo no será ya el de un niño, pero tu conciencia puede ser tan pura como la de un niño. Este es el se­creto del camino místico: hacerte de nuevo un niño inocente, sin contaminar por los conocimientos, sin saber nada, todavía cons­ciente de todo lo que te rodea, con un profundo asombro y sentido del misterio que no puede ser desmitificado.

Alegría


Nadie permite a sus hijos bailar, cantar, gritar y saltar. Por ra­zones triviales - quizá pueden romper algo, quizá se les moje la ropa con la lluvia si corren en el exterior -, por pequeñas cosas se destruye por completo una gran cualidad espiritual: la alegría.
El niño obediente es elogiado por sus padres, por sus profesores, por todo el mundo, y el niño juguetón es censurado. Sus ganas de jugar podrían ser totalmente inofensivas, pero es censurado porque existe un peligro potencial de rebelión. Si el niño continúa crecien­do con total libertad para ser juguetón, acabará siendo un rebelde. No será fácilmente esclavizado; no le podrán reclutar fácilmente en un ejército para destruir gente, o para que le destruyan.

El niño rebelde se convertirá en un joven rebelde. Entonces no podrás obligarle a que se case; no podrás obligarle a aceptar un de­terminado empleo; no se le podrá obligar a satisfacer los deseos in­completos y los anhelos de sus padres. La juventud rebelde segui­rá su propio camino. Vivirá su propia vida de acuerdo con sus deseos más íntimos, no de acuerdo con los ideales de otra persona. Por todas estas razones, se sofoca su capacidad de jugar, se la aplasta desde el principio. Nunca se le da una oportunidad a tu natu­raleza. Poco a poco empiezas a cargar con un niño muerto en tu in­terior. Este niño muerto en tu interior destruye tu sentido del humor: no puedes reírte totalmente, con todo tu corazón, no puedes ju­gar, no puedes disfrutar de las cosas pequeñas de la vida. Te vuelves tan serio que tu vida, en vez de expandirse, comienza a encogerse. La vida debe ser, en cada momento, una creatividad preciosa. No importa lo que crees, podrían ser sólo castillos en la arena, pero todo lo que haces debería salir de tu capacidad de jugar y de tu alegría.

Inteligencia

La inteligencia no es algo adquirido, es inherente, es de naci­miento, es intrínseca a la vida misma. No sólo los niños son inteligentes, los animales a su manera son inteligentes, los árboles a su manera son inteligentes. Por supuesto, todos ellos tienen diferentes tipos de inteligencia porque sus necesidades difieren, pero ahora es un hecho aceptado que todo lo que vive es inteligente. La vida no pue­de existir sin inteligencia; estar vivo y ser inteligente son sinónimos.

Pero el hombre es un dilema por la sencilla razón de que él no sólo es inteligente, además es consciente de su inteligencia. Esto es algo único, es su privilegio, su prerrogativa, su gloria, pero puede convertirse fácilmente en su agonía. El hombre es consciente de que es inteligente: esta conciencia conlleva sus propios problemas. El primer problema es que crea el ego.

El ego no existe en ningún otro lugar excepto en los seres hu­manos, y comienza a crecer cuando el niño comienza a crecer. Los padres, las escuelas, los colegios, la universidad, todos ayudan a re­forzar el ego por la sencilla razón de que durante siglos el hombre ha tenido que luchar para sobrevivir, y la idea se ha convertido en una fijación, en un profundo condicionamiento inconsciente: sólo los egos fuertes pueden sobrevivir en la lucha por la vida. La vida se ha convertido sólo en una lucha por sobrevivir. Y los científicos lo han hecho incluso más convincente con la ley del más fuerte. Por eso ayudamos a todos los niños a reforzar el ego, y es ahí don­de surge el problema.

A medida que el ego se va haciendo más fuerte, comienza a ro­dear a la inteligencia como si fuese una espesa capa de oscuridad. La inteligencia es luz, el ego es oscuridad. La inteligencia es muy delicada, el ego es muy duro. La inteligencia es como una rosa, el ego es como una roca. Y si quieres sobrevivir, dicen - los supuestos sabios - que tienes que volverte como una roca, tienes que ser fuer­te, invulnerable. Tienes que convertirte en una fortaleza, una for­taleza cerrada, para que no puedas ser atacado desde el exterior. Tienes que hacerte impenetrable.
Pero entonces te cierras. Empiezas a morir en cuanto a tu inte­ligencia se refiere, porque la inteligencia necesita un cielo abierto, el viento, el aire, el sol para poder crecer, para expandirse, para fluir. Para seguir viva necesita fluir constantemente: si se estanca, se convierte poco a poco en un fenómeno muerto.

No permitimos a los niños que sigan siendo inteligentes. Lo pri­mero es que si son inteligentes, serán vulnerables, delicados, abiertos. Si son inteligentes serán capaces de ver las muchas false­dades que hay en la sociedad, en el Estado, en la Iglesia, en el sis­tema educativo. Se convertirán en rebeldes. Serán individuos; no serán fácilmente intimidados. Los puedes aplastar pero no los pue­des esclavizar. Los puedes destruir pero no puedes obligarles a ce­der. En un sentido, la inteligencia es algo muy suave, como una rosa: en otro, tiene su propia fuerza. Pero esta fuerza es sutil, no es grosera. Esta fuerza es la fuerza de la rebelión, la de una actitud in­sobornable. Uno no está dispuesto a vender su alma.

Observa a los niños pequeños y entonces no me preguntarás; verás su inteligencia. Sí, no son eruditos. Si pretendes que sean eruditos, es que no piensas que sean inteligentes. Si les haces pre­guntas que dependen de la información, no te parecerán inteli­gentes. Pero hazles preguntas reales que no tengan nada que ver con la información, que necesiten una respuesta inmediata, y ve­rás: son más inteligentes que tú. Por supuesto, tu ego no te per­mitirá aceptarlo, pero si consigues aceptarlo te ayudará muchísi­mo. Te ayudará a ti. Ayudará a tus niños, porque si eres capaz de ver su inteligencia, podrás aprender mucho de ellos. Aunque la sociedad destruye tu inteligencia, no puede destruir­la totalmente: solo la cubre con muchas capas de información.

Y esta es toda la función de la meditación: llevarte hacia dentro profundamente. Es un método para profundizar en tu propio ser hasta llegar al punto donde se encuentran las aguas vivas de tu in­teligencia, hasta que descubras la fuente de tu propia inteligencia. Sólo cuando hayas vuelto a descubrir a tu niño entenderás lo que quiero decir cuando enfatizo una y otra vez acerca de que los niños son realmente inteligentes.

La madre estaba preparando a Pedrito para ir a una fiesta. Cuando acabó de peinarle y colocarle el cuello de la camisa le dijo:
-¡Ahora vete, hijo! Diviértete... ¡y pórtate bien!
-¡Por favor, mamá! -dijo Pedro-. ¡Antes de que me vaya decíde­te por una de las dos!

¿Entiendes de qué estoy hablando? La madre estaba diciendo: «Diviértete... y pórtate bien.» Pero las dos cosas no pueden su­ceder a la vez. Y la respuesta del niño tiene un valor inmenso. Dice: «Por favor, antes de que me vaya decídete por una de las dos. Si dejas que me divierta, entonces no puedo comportarme: si quieres que me comporte, entonces no puedo divertirme.» El niño puede ver la contradicción claramente, que podría no ser tan evidente para su madre.

Un transeúnte le preguntó a un niño: -Hijo, ¿puedes decirme qué hora es?
-Sí, por supuesto -respondió el niño-, pero ¿para qué necesita saberla? ¡Está cambiando todo el rato!

Delante de la escuela colocaron una nueva señal de tráfico. De­cía: «Conduzca despacio. ¡No mate un estudiante!»
Al día siguiente apareció, debajo de la señal, una frase garaba­teada con letra de niño que decía: «¡Espere al profesor!»

El pequeño Pedrito regresa de la escuela con una gran sonrisa dibujada en la cara.
-Bueno, cariño, pareces muy contento. ¿Verdad que te gusta la escuela?
-No seas tonta, mamá -responde el niño-. ¡No se debe confun­dir el ir con el volver!

Mientras va andando lentamente hacia la escuela, el niño reza:
-Amado Dios, por favor no dejes que llegue tarde a la escuela. Te lo ruego, Dios mío, haz que llegue a tiempo...
En ese mismo momento pisa una piel de plátano y resbala unos metros en el camino. Mientras se levanta, mira irritado hacia el cielo y dice: -¡Vale, vale, Dios! ¡No hace falta que empujes!

La joven profesora escribió en la pizarra: -No me he divertío en tol verano.
Entonces preguntó a los niños: -¿Qué está equivocado en esta frase y qué debo hacer para co­rregirlo?
Ernestito gritó desde atrás: -Échate un novio.

Un niño pequeño estaba haciendo un test con un psicólogo:
-¿Qué quieres ser de mayor? -preguntó el psicólogo.
-Quiero ser médico, pintor o ¡limpiacristales! -responde el niño.
Confundido, el psicólogo le preguntó:
-Pero..., no lo tienes demasiado claro, ¿no?
-¿Por qué no? Lo tengo muy claro. ¡Quiero ver mujeres desnu­das!

El padre le estaba contando historias a sus hijos en el comedor después de cenar:
-Mi bisabuelo luchó en la guerra contra Rosas, mi tío luchó en la guerra contra el Kaiser, mi abuelo luchó en la guerra de España contra los republicanos y mi padre luchó en la segunda guerra mundial contra los alemanes.
A lo que el más pequeño respondió: -¡Mierda! ¿Qué le pasa a esta familia? ¡No se lleva bien con na­die!

Inocencia

Los niños pequeños son inocentes: pero no se lo han ganado, es natural. En realidad son ignorantes, pero su ignorancia es mejor que la supuesta cultura, porque la persona culta está simplemente ocultando su ignorancia con palabras, teorías, ideologías, filoso­fías, dogmas y credos. Está tratando de ocultar su ignorancia, pero con sólo rascar un poco no encontrarás en su interior sino oscuri­dad, no encontrarás sino ignorancia.
Los niños están en mucho mejor situación que las personas cul­tas porque son capaces de ver. A pesar de ser ignorantes, son es­pontáneos, tienen atisbos de inmenso valor.

Un niño pequeño, al que le había entrado el hipo, gritó: -Mamá, ¡estoy tosiendo del revés!

Una madre muy parlanchina llevó a su hijo a la consulta del psi­quiatra para que lo examinara. El psiquiatra examinó al pequeño y le sorprendió que no prestara ninguna atención a sus preguntas.
-¿Tienes algún problema oyendo? -le preguntó el psiquiatra.
-No -contestó el niño-. Tengo problemas escuchando.

¿Entiendes lo que está diciendo? Escuchar y oír son dos cosas totalmente diferentes. El niño había dicho: -No tengo problemas oyendo, pero escuchar me cansa. Uno tiene que oír (la cotorra de la madre está ahí), pero tengo problemas escuchando. No puedo prestar atención. -La madre y su manera de cotorrear han destrui­do algo de gran valor en el niño: su capacidad de atención. Está completamente aburrido.

El profesor de segundo grado envió a la pizarra a los niños para resolver problemas aritméticos. Uno de los niños dijo: -Me se ha acabado la tiza.
-Eso no es correcto -respondió el profesor-. El modo correcto es: «Se me ha acabado la tiza, se te ha acabado la tiza, se nos ha acabado la tiza, se les ha acabado la tiza.» ¿Entiendes ahora?
-No -dijo el niño-. ¿Qué ha pasado con toda la tiza?

El reloj acababa de dar las tres de la madrugada cuando la hija adolescente del sacerdote regresó del baile. El sacerdote y su espo­sa habían estado esperando a la muchacha levantados, y cuando apareció por la puerta éste le dijo con desprecio: -Buenos días, hija del demonio.
Hablando suavemente, como debería hacerlo cualquier mucha­cha, ésta respondió: -Buenos días, padre.


El profesor estaba tratando de enseñar a restar.
-Ahora. Hugo -dijo-, si tu padre ganase 30.000 pesetas a la se­mana y le descontaran 1.000 pesetas del seguro, 2.000 de la Segu­ridad Social y 5.000 de impuestos, y entonces le diera a tu madre ¡a mitad, ¿qué tendrá ella?
-¡Un ataque al corazón! -dijo el niño.

La cena había terminado. El padre y su hijo de nueve años es­taban en la sala de estar mirando la televisión. La madre y la hija estaban en la cocina lavando los platos sucios de la cena. De re­pente, el padre y el hijo escucharon un tremendo sonido al rom­perse algo en la cocina. Esperaron un momento sobresaltados pero no escucharon ni un ruido.
-Ha sido mamá la que ha roto el plato -dijo el niño.
-¿Cómo lo sabes? -preguntó su padre.
-Porque -respondió el hijo- ¡no ha dicho nada!

Desde la cocina llegó el sonido del estruendo de un vaso roto o una porcelana rota.
-¡Guillermito! -gritó su madre desde la sala-. ¿Qué demonios estás haciendo en ¡a cocina?
-Nada -dijo Guillermito-. ¡Ya he terminado!

Un vendedor que había estado trabajando en el área de Nueva Inglaterra iba a ser trasladado a California. El traslado había sido el principal tema de conversación en su casa durante semanas. La no­che anterior al gran traslado, su hija de cinco años se puso a rezar sus oraciones y dijo:
-Y ahora, Dios, me tendré que despedir para siempre porque ¡mañana nos vamos a California!

“¿Cómo conseguiste de niño mantener tu propia clari­dad y no dejarte intimidar por los adultos que te ro­deaban? ¿De dónde sacaste la valentía necesaria?”

La inocencia es valentía y claridad a la vez. No necesitas tener valentía si eres inocente. Tampoco necesitas claridad porque no hay nada más claro, más transparente, que la inocencia. Por lo tan­to, la cuestión consiste en cómo proteger la propia inocencia. La inocencia no es algo que se pueda conseguir. No es algo que tenga que aprenderse. No es algo como un talento: la pintura, la música, ¡a poesía, la escultura. No es como ese tipo de cosas. Es más pare­cido a respirar, algo con lo que naces.
La inocencia está en la naturaleza de todo el mundo. Todo el mundo nace inocente. ¿Cómo puede uno nacer sin ser inocente? Nacer significa que uno ha entrado en el mundo como una tabula rasa, sin nada escrito. Sólo tienes futuro, no tienes pasado. Este es el significado de la inocencia. Por eso trata primero de entender to­dos los significados de la inocencia. El primero es: no hay pasado, sólo hay futuro. Llegas al mundo como un observador inocente. Todo el mundo llega de la misma manera, con la misma cualidad de conciencia.

La pregunta es: “¿cómo me las he arreglado para que nadie pu­diera corromper mi inocencia, mi claridad? ¿de dónde saqué el coraje? ¿cómo conseguí no ser humillado por los adultos y su mundo?”

No he hecho nada, o sea que no se trata del cómo. Sencillamen­te sucedió, de modo que no puedo atribuírmelo.
Quizá esto es algo que le sucede a todo el mundo, pero comien­zas a interesarte por otras cosas. Empiezas a negociar con el mun­do de los adultos. Tienen muchas cosas que ofrecerte; tú sólo tie­nes una, y es tu integridad, tu dignidad. No tienes demasiado, sólo una cosa; puedes llamarlo como quieras: inocencia, inteligencia, autenticidad. Sólo tienes eso.
Y el niño está naturalmente muy interesado en todo lo que ve a su alrededor. Continuamente queriendo tener esto, tener aquello; es parte de la naturaleza humana. Si te fijas en un niño pequeño, incluso en un recién nacido, puedes ver que ha empezado a buscar a tientas; sus manos están tratando de encontrar algo. Ha iniciado el viaje.
En el viaje se perderá, porque en este mundo no puedes conse­guir nada sin pagar por ello. Y el pobre niño no puede entender que lo que está entregando es tan valioso que, aunque todo el mundo estuviese de un lado y su integridad del otro lado, su integridad se­guiría teniendo más peso, más valor. No tiene manera de saberlo. Este es el problema, porque el niño tiene sencillamente lo que tie­ne. Lo da por hecho.
Me estás preguntando cómo me las arreglé para no perder mi inocencia y mi claridad. No he hecho nada: simplemente, desde el principio... era un niño solitario porque fui criado por mis abuelos maternos; no estaba con mis padres. Estos dos ancianos estaban solos y querían un niño que fuera la alegría de sus últimos días. Por eso mis padres accedieron: yo era el hijo mayor, el primogéni­to, y me enviaron con aquéllos.
Durante los primeros años de mi infancia no recuerdo haber guardado ninguna relación con la familia de mi padre. Sólo me re­lacionaba con esos dos hombres - mi abuelo y su criado, que era un hombre muy hermoso- y con mi anciana abuela..., con esas tres personas. Y la distancia era tan grande... que estaba completamen­te solo. No eran una compañía, no podían hacerme compañía. Se esforzaban todo lo que podían en ser amistosos conmigo, pero era sencillamente imposible.
Me dejaron solo. No les podía contar nada. No tenía a nadie más, porque en ese pueblecito mi familia era la más rica, y era un pue­blo tan pequeño - en total no había más de doscientas personas - y tan pobre que mis abuelos no dejaban que me mezclara con los ni­ños del pueblo. Estaban sucios y, por supuesto, eran casi pordiose­ros. De modo que no había manera de tener amigos. Esto me cau­só un gran impacto. En toda mi vida nunca he sido amigo nadie, y nadie ha sido amigo mío. Sí..., he tenido conocidos.
En esos primeros años estaba tan solo que comencé a disfrutar­lo: y realmente es una alegría. De modo que, para mí, aquel hecho no fue una maldición, sino que demostró ser una bendición. Empecé a disfrutarlo y a sentirme autosuficiente; no dependía de nadie.
Nunca me han interesado los juegos por la sencilla razón de que desde mi infancia no había manera de jugar, no tenía con quien ju­gar. Todavía me puedo ver en esos primeros años, simplemente sentado.
Nuestra casa se encontraba en un hermoso lugar que teníamos justo enfrente de un lago. A lo lejos, kilómetros y kilómetros de lago..., era tan hermoso y tan silencioso. La paz sólo se alteraba de vez en cuando, al ver una fila de grullas blancas volando o lanzan­do llamadas de amor: de lo contrario, era exactamente el lugar ideal para la meditación. Y cuando una llamada de amor de un pájaro al­teraba la paz..., después de su llamada, la paz se ahondaba, se hacía más profunda.
El lago estaba lleno de flores de loto, y me solía sentar durante horas por allí muy a gusto, como si el mundo no tuviera impor­tancia: las flores de loto, las grullas blancas, el silencio...
Y mis abuelos eran muy conscientes de una cosa: que yo disfru­taba de mi soledad. Habían estado observando continuamente que no tenía ningún deseo de ir al pueblo a encontrarme con nadie, o de hablar con alguien. Incluso si querían hablar, mis respuestas eran sí o no; tampoco tenía interés en hablar. Por eso se dieron cuenta de una cosa, que disfrutaba de mi soledad y que era una obligación sagrada el no molestarme. Sueles decir a los niños:
- Estate en silencio porque tu padre está pensando, o tu abuelo está descansando. Estate quieto, siéntate en silencio.
En mi infancia sucedió lo contrario. En este momento no puedo contestar ni por qué y ni cómo: ocurría. Por eso digo que sencillamente ocurría, no me puedo atribuir el mérito de la situación.
Estas tres personas mayores estaban continuamente haciéndose señas unos a otros:
- No le molestes: lo está pasando muy bien. - Y empezaron a amar mi silencio.
El silencio tiene su vibración: es contagioso, particularmente e: silencio de un niño cuando no es impuesto, cuando no se debe a que le estés diciendo: - Te pegaré si molestas o haces ruido. – No, eso no es silencio. Eso no creara la vibración de alegría de la que estoy hablando: cuando un niño está en silencio espontáneamente, disfrutando sin motivo, su alegría no tiene causa: eso crea grandes ondas que se extienden a su alrededor.
En un mundo mejor, cada familia aprenderá de los niños. Tienes mucha prisa en enseñarles. Nadie parece aprender de ellos y tienen mucho para enseñarte. Y tú no tienes nada que enseñarles.
Sólo porque eres mayor y más poderoso empiezas a hacerlos como tú sin ni siquiera ponerte a pensar qué eres tú, hasta dónde has llegado, cuál es el estatus de tu vida interior. Eres un pobre; ¿y deseas lo mismo para tu hijo?
Pero nadie piensa; de otro modo la gente aprendería de los ni­ños pequeños. Los niños traen mucho del otro mundo porque es­tán recién llegados. Todavía llevan consigo el silencio del útero, el silencio de la existencia.
Por eso, fue sólo una coincidencia el que durante siete años per­maneciera sin ser molestado, sin nadie que me regañara, que me preparara para el mundo de los negocios, la política, la diplomacia. Mis abuelos, especialmente mi abuela, tenían más interés en de­jarme tan natural como fuera posible. Mi abuela es una de las cau­sas - estas pequeñas cosas afectan a todos tus patrones de vida - de mi respeto por las mujeres.
Era una mujer muy sencilla, sin estudios, pero de inmensa sen­sibilidad. Ella se lo aclaró a mi abuelo y a su criado:
- Todos nosotros hemos vivido un tipo de vida que no nos ha lle­vado a ningún sitio. Estamos más vacíos que nunca y ahora se acer­ca la muerte. Dejemos sin influir a este niño –insistió -. ¿Qué in­fluencia podemos ejercer? Sólo podemos hacerle como nosotros, y nosotros no somos nada. Démosle una oportunidad de ser él mismo.
Siento un profundo agradecimiento a esta anciana. Mi abuelo no hacía más que preocuparse, porque antes o después sería el res­ponsable:
- Nos van a decir: «Os dejamos a nuestro hijo y no le habéis en­señado nada.»

Mi abuela ni siquiera permitió que..., porque había en el pueblo un hombre que podría haberme enseñado, al menos, los rudimen­tos del lenguaje, de las matemáticas, un poco de geografía. Él ha­bía estudiado hasta cuarto grado; los cuatro primeros cursos de lo que se llama educación primaria en la India. Pero era la persona más instruida del pueblo.
Mi abuelo insistió con tesón:
-Puede venir a enseñarle. Por lo menos aprenderá el alfabeto y algo de matemáticas, para que cuando vaya a ver a sus padres no nos digan que hemos desperdiciado completamente estos siete años.
Pero mi abuela dijo:
-Después de estos siete años, déjales que hagan lo que quieran. Durante siete años sólo tuvo que mostrar su ser natural y nosotros no interferimos.
Y su argumento era siempre:
-Tú te sabes el alfabeto, ¿y qué? Sabes matemáticas, ¿y qué? Has ganado un poquito de dinero; ¿también quieres que él gane un po­quito de dinero y viva como tú?
Eso bastaba para mantener callado al anciano. ¿Qué podía ha­cer? Estaba metido en un aprieto porque no podía discutir, y sabía que le harían responsable a él, no a ella, porque mi padre iba a pre­guntarle: -¿Qué has hecho?
Y efectivamente este habría sido el caso, pero afortunadamente murió antes de que mi padre pudiera preguntárselo. Pero mi padre estaba repitiendo continuamente:
- Ese viejo es el responsable, él ha malcriado a este niño. Pero en ese momento yo ya era suficientemente fuerte y se lo dejé bien en claro:
- Delante de mí, nunca digas ni una sola palabra en contra de mi abuelo materno. Él me salvó de que me malcriaras; eso es lo que te da rabia. Pero tienes más hijos; edúcalos a ellos. Y ya me dirás al fi­nal quién es el malcriado.
Él tenía otros hijos, y fueron naciendo cada vez más niños. Le solía tomar el pelo: - Por favor, ten un niño más, completa la docena. ¿Once niños?, la gente pregunta: «¿Cuántos niños? Once no suena bien; una do­cena causa mejor impresión.»
Y años más tarde le solía decir:
- Tú sigue mimando a todos tus hijos; yo soy salvaje y seguiré siéndolo.
Lo que tú percibes como inocencia no es nada más que salvajis­mo. Lo que tú crees que es claridad no es más que salvajismo. De algún modo he escapado a las garras de la civilización.
Y una vez que fui suficientemente fuerte... Y por eso es que la gente insiste:
- Hazte cargo del niño tan pronto como puedas, no malgastes el tiempo, porque cuanto antes empieces, más fácil es. Una vez que el niño se hace suficientemente fuerte, entonces será difícil doble­garlo de acuerdo con tus deseos,
Y la vida está dispuesta en círculos de siete años. Una vez que el niño tiene siete años ya es suficientemente fuerte: ya no puedes ha­cer nada. Ahora sabe dónde ir, qué hacer. Ya es capaz de discutir. Es capaz de ver lo que está bien y lo que está mal. Y esa claridad al­canzará su clímax cuando tenga siete años. Si tú no interfieres en sus primeros años, a los siete años lo tendrá todo tan claro que vi­virá toda su vida sin ningún arrepentimiento.
Yo he vivido sin ningún arrepentimiento. He intentado averi­guar: ¿he hecho alguna vez algo equivocado? No se trata de que la gente piense que todo lo que yo he hecho está bien, no es ése el asunto: nunca he pensado que nada de lo que he hecho estuviese mal. El mundo entero podría pensar que estaba mal, pero yo ten­go la absoluta certeza de que estaba bien; hice lo que correspondía.

Osho (Bhagwan Rajneesh)

Extracto del libro EL LIBRO DEL NIÑO; Editorial: DEBATE
Autor: OSHO (Bhagwan Rajneesh), místico indio (1931-1990)