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- Luz de marzo
- Compromiso-
- Sonetos para una tarde de verano
- Más allá de las palabras
- Página
- Pulso
- Una luz en la luz
- Dhyana (en meditación)
- Cuaderno del vacío
- Esencia
- Ser
- Poemas de amor
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TE INVITO A VISITAR TAMBIÉN UNA LUZ EN LA LUZ -Blog de Luis Ángel Barquín sobre la Palabra Poética Universal: Poemas, Textos sobre la Poesía y la Creación Artística-

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martes, 29 de septiembre de 2009

LA POESÍA

Cosas, objetos, seres…, sin más opción que su estar o su ausencia. Ante nuestra atención, la transparencia flota. Entre sus propias ruinas, lo sagrado descubre las semillas de la celebración. Los sentidos retornan a la fuente de lo real para sentirse vivos, deshaciendo sus cauces, purificando su inocencia.

Abren los signos su corteza al aire del presente…Y cada cosa es libre y lo parece; y cada ser respira sin preguntas.

Ahora desnudas, las palabras, grávidas de sentido y absortas en la imagen, cumplen lo prometido por la contemplación. Más allá de este instante, nada ocurre que no pueda alcanzarse por la memoria o la imaginación… Y aquí no falta nada, nada está fuera de lugar; tampoco el hombre. Algo extiende en silencio los hilos invisibles que vinculan cada presencia con su propia atmósfera, cada suceso con su solo símbolo.

La paradoja posa sobre la intuición su hermoso interrogante… La inocencia no encuentra una respuesta; sólo ofrenda al decir la voz de la poesía.

Luis Ángel Barquín

EQUILIBRIO

Muestra el camino la naturaleza. Lo más difícil ella lo hace fácil, porque no sabe hacerlo de otro modo. Un ritmo ajusta pérdidas y hallazgos a la curva del círculo invisible, y el mundo avanza sin moverse al crecer la pupila del testigo.

Algo engulle las formas sin aviso; algo las posa en el lugar exacto, desde la incertidumbre. Saben las fuerzas calcular su alcance, su propia intensidad, su desvanecimiento. Las trayectorias cambian al compás de los átomos, y ellos tocan la música que la nada compone. Sin repetir un alba, un mediodía, los días se suceden sin amontonamiento. Las sombras reinan sin apego al sueño, al frío o a la ausencia.

El hombre siente: en ese instante se descorre la cortina de lo invisible, vibra el sonido del silencio, flota el perfume de la dicha; sin pensamiento, el mundo se reduce a su propio latido.

El hombre se despierta lentamente de un sueño profundísimo: va descubriendo la palabra, el verbo, en su propia garganta. Su frente se ha incendiado: el pensamiento quema los bosques del presente, y ya casi no encuentra un lugar de descanso, sin memoria.

El hombre siente, piensa que siente, logra sentir que piensa; le cuesta distinguir sus propias sensaciones, sus propios pensamientos… Y entonces retrocede algunos pasos, trepa a la copa del más alto árbol: ahora descubre que sus pensamientos no son suyos del todo, que sus sensaciones son préstamos sagrados de la vida…

Y una sonrisa luce en los labios del hombre, ahora que oscurece, mostrándole el camino.

Luis Ángel Barquín

TIERRA

A Caminos Wu Chi –Escuela Wu Chi-

De manera sutil, nos invitaste, nos acoges y nutres. Tu belleza se puede respirar, atmósfera cercana. Hogar de todos, multiplicas tus dones al girar sin desmayo. Prestas sombras inmensas al
descanso, sin olvidarte de atraer la luz para tus habitantes. Tu pulso es nuestro pulso en tu regazo; juntos latimos para un ser anónimo. Y somos meros sueños cuando duermes, y simples lágrimas de tu llorar.

Tú piensas por nosotros cuando estamos confusos. Al espesar la niebla, abres senderos para nuestros pies. Si estamos agotados, nos ofreces tu espalda. Nos dices la verdad con tu presencia sola.

Madre de madres, tú naciste madre. Tus hijos ya eran tuyos cuando todo era nada. Dibujaste en un sueño la forma de tu órbita, al tiempo que las formas de todas nuestras órbitas futuras. Despertaste del sueño, y el aliento sobrante te entregó la semilla.

Conocerte es sentirnos una parte de ti. Abrazarte es dejar que nos abraces, Tierra. Darte gracias es fruto de saber -muy adentro- sin palabras ni gestos, que cuidas con firmeza de nosotros, de cada uno, siempre.

Luis Ángel Barquín

IMAGEN

Las palabras, en ti, ya no lo son, son tú: fragmentos luminosos del instante donde vives erguida para siempre, comparten realidad contigo, símbolo de cada una y de todas.

Fragmentos de tu amor, simultáneas y sucesivas notas -al tiempo- de una misma armonía, desembocaron las palabras, huérfanas de una luz, en tu presencia.

Ellas te sirven sin sentirse serviles; eres su sierva silenciosa desde la pura transparencia que las reúne y entona su canción.

Ritmo que brota y echa flor, un tiempo para cantar… Se mira el mundo en ti y descubre que es otro en tus dominios: ve su reflejo solo en tu corriente inmóvil, fantasía inmortal que imaginó el poeta.

Luis Ángel Barquín

SEXO

La tierra húmeda. Más hondo. Oscuridad. El pálpito del punto donde la ausencia vierte el ritmo. La música del cuerpo, callada, palpa instrumentos para su armonía. Va despertando el germen. El pulso universal avanza por la sangre seduciendo los cauces y en busca de ese cuerpo que soñó. Emerge la materia y la forma la abraza: evolución del limo.

El destino llamando a sus criaturas. Va delante del pulso la intuición, caballo sin jinete. El paisaje parece que se borra, mas sólo va ciñéndose al presente, custodio de la vida. Sin sus llamas, el fuego arde invisible tras de la apariencia.

Atracción de dos líneas entre sí para ser una sola. La línea se estremece: la onda va a nacer por la oración del mundo. Cesan los pensamientos.

El tiempo cae hacia el abismo: vértigo... La pérdida de sí dibujada en la nada.

Luis Ángel Barquín

DESEO

Mis manos nunca llegan a sentirla; con mi tacto su piel se desvanece. Impulso que agoniza apenas comenzado, que al morir va naciendo fantasmal en la duda.

Ella me reta desde el horizonte. Callan sus labios y sus ojos hablan. Dice que no y que sí, que puedo y que no puedo al mismo tiempo. Crea lo cóncavo con su presencia, para que yo lo llene tan sólo de esperanza.

Su mirada socava mi firmeza. Toda mi vida apunta hacia la diana que ha colgado en el aire. Un fuego colosal quema mi frente, casi en ruinas, dormida.

Olvido lo que soy, lo que no soy. Quiero salir indemne de sus llamas, las mías, mas incendio mi casa con todo lo que amo... Persiguiendo su sombra, que corre hacia la noche, al cogerla descubro que esa sombra es la mía.

Entonces, me detengo y observo la quietud. Y ella colma mi copa de un vino transparente, delicioso.

Luis Ángel Barquín

EL VUELO

La tierra. Anhelo y gravedad, matrices del impulso. Génesis de las alas hacia otra densidad de la materia. Se eleva el cuerpo: espíritu acercándose a sí mismo, a través del azul. Hondo el paisaje. Avenidas perfectas, las corrientes. Formas custodias de la dicha, nubes. Estrellas: centinelas al otro lado de la luz, ojos y párpados del cielo.

La dimensión del pájaro deja abiertos los límites. Velocidad de la atención. El rayo. Tiempo no definido: el pasado es futuro desde el cenit intacto del presente. En un sólo latido, el corazón alcanza los confines del mundo.

La memoria del aire barriendo los recuerdos… El viento pasa y queda sólo el vértigo, pura celebración de lo sin causa.

Deseo y realidad -espejo de dos caras- uniéndose en un beso: el vuelo.

Luis Ángel Barquín

EL VIENTO

El mundo sueña viento. Acontece sin más como necesidad, puro deseo de la nada. Sin aviso se pierde por las cimas de lo leve y lo intacto.

Tejida con sonidos antiquísimos y remotos silencios, su música despierta la piel terrestre, riza la espalda de la mar, manifiesta la flexibilidad, exalta la firmeza de todas las raíces.

Ante las sendas, su camino solo; hacia ninguna parte, sólo su hálito, alma del soplo y corazón del aire.

En la quietud del aire, el viento espera. Desconoce su espera y lo esperado. Relajado en su alma, va acopiando compases hasta que apenas vibra su alada transparencia.

El hombre sueña viento; el viento sueña al hombre. Intermitentemente una trompeta gime en las manos del viento, arrastrando el dolor y la pena del hombre…

Va despertando el hombre: hay en sus labios un temblor de árboles; en su pecho un espacio abierto para siempre; en su lengua un sabor a música callada; y en su alma una estela de su propio destino.

Luis Ángel Barquín

ESCUCHA

No esperar el sonido, no escapar del silencio ni buscarlo. La vibración se gesta en la matriz del tiempo. Retroceso al umbral del puro aburrimiento. No hay indicios de forma ni de imagen. Luz que aclara la nada. Se extiende la quietud en olas transparentes.

Los límites se cierran en torno a la semilla: la cáscara y su centro. Sueña un punto con ser esfera o mundo. Se abre paso el latido de una sombra a través de la noche.

El alba. Te despiertas. Todo expresa su ser y su no ser; todo calla y te dice sus secretos. La certeza, el misterio, la pregunta. Se abren los signos, vuelan las incógnitas. Libertad, compromiso con tu propio destino. ¡La palabra no basta, y te das cuenta!

Abandonas el rastro que seguías. Tus mapas se han mojado. Has perdido tu brújula. Latitud y altitud de lo desconocido. El espejo del mundo te revela tu rostro.

Sólo existe tu escucha, que de ti se desprende… El eco del silencio es música en tu oído.

Luis Ángel Barquín

UMBRAL

Tu pupila o tu párpado parecen separar, unir, dos mundos. Entrar saliendo, atravesar sin hálito el instante, la verticalidad del acontecimiento.

Me confiesas que a veces necesitas retroceder al punto anterior al deseo, quedarte allí sentada sin saber, disfrutando del centro de tu vida. En él sientes que eres y no eres tú misma, puedes cambiarlo todo pero nunca lo haces porque no te hace falta.

Ese lugar te deja comprender tu pasado, dibujar tu futuro, viajar ahora y siempre sin espacio. Fuiste otra, otra serás, mas siempre eres igual allí: tu esencia se desnuda de las formas y brilla.

Vértigo de lo inmóvil en un extraño marco del que cuelgan tus pies, puedes pasar la tarde allí sentada disfrutando, todas las tardes de tu eternidad.

Antedecir de tu palabra auténtica, antelatido de tu corazón enamorado, anteconocimiento de ti misma: todos parten de allí, del umbral que separa -y une al tiempo- las dos caras de tu sola verdad.

Luis Ángel Barquín

LA TRANSPARENCIA

Mirar y ver al fin. Claridad, vez, pupila y atención: comprensión instantánea más allá de las dudas. El viaje sembrado de respuestas a la pregunta de la luz: silencio del cristal: el límite es la ausencia de nitidez, abandonar el pulso del instante.

Amanecer. El día. Otra oportunidad para ignorar las formas, para beber la esencia. La mano toca el fondo del abismo sin dimensión: el hueco.

La libertad: llegar al mero centro desde todos los sitios; infinitos destinos de las aguas desde la sola fuente.

El compromiso: el universo ciñe la singularidad: de cada intento, brota su propia dirección: el sentido abrazado por la forma: tiempo de la materia: densidad y límites.

El hombre viaja con la luz y ve su propia muerte: el cero clama y borra lo visible: queda el umbral de la olvidada puerta: sólo la transparencia.

Luis Ángel Barquín

EJE

Unión de tierra y cielo desde sus dos extremos: invisible, visible. Apoyo del impulso para sentir, saber, que va avanzando, permaneciendo intacta su quietud, principio y fin del giro.

Engendramiento de las dimensiones en la matriz de la espiral: el punto se despierta siendo curva y viaje; la superficie sueña que fue línea girando en torno a algo; el sólido descubre sus infinitas caras, idénticos perfiles contenidos en espejos que rotan.

La esencia es transportada en la figura, que presenta y oculta, en el instante, su ritmo y armonía.

Lo singular comprende la riqueza de la totalidad al contemplar que surge su expresión del mismo abismo al que más tarde cae desvaneciéndose.

Donde no existe nada, donde la nada queda, para poder crearlo todo alrededor de sí, sin destruir su ausencia.

Cuando se observa el mundo desde el único instante en que la vida se vacía de muerte.

Luis Ángel Barquín

CAMBIO

Es difícil hablar cuando el silencio ha negado el valor de mis palabras. Y arduo resulta sellar mis labios si en la garganta la voz ya ha extendido sus alas y mensaje, hacia el cálido oído que alberga sed y escucha.

Algo ha pasado y deja sin embargo su reflejo en la luz de la estela que cruza el corazón de sangre a sangre. Algo se queda en mí cuando tú ya te has ido, nítida imagen del instante amado que persigue tu sombra sin que tú te des cuenta.

¿Para avanzar? Saber si escapo de mí mismo, explorar el lugar donde me hallo, descubrir si hace falta que me mueva, desplegar velas, dudas y preguntas.

¿Y para estar sin más aquí y ahora? ¿O sólo ser un punto del infinito círculo? ¿O para ir a todos los lugares y ver todos los hechos y escuchar cada música y oler de flor en flor cada perfume? Dejo que la corriente de lo inmóvil me inunde por completo y, casi ahogado por la quietud, flotando como un corcho, descanso sobre aquello que fui, bajo el cielo sin nubes de lo que acaso sea.

Luis Ángel Barquín

PRESENTE

Ahora ante ti, o frente a tu recuerdo, no siento discordancia entre nosotros: un corazón espera al otro reduciendo su ritmo; parpadean los ojos –tuyos, míos– al compás que interpretan las pupilas; la distancia entre tu centro y mi centro es la de nuestras almas, que se rozan.

Mi voz son las palabras, los silencios, que vuelan enlazados y se posan intactos en tu oído sin límite. Y tu humor se derrama en cada copa, floreciendo entre sorbos la sonrisa y el néctar.

¿Qué cosa puedes darme si te das toda a mí y, a la vez, sigues pura, irreductible?
¿Cómo ignorar la dicha que recorre tus venas y las mías cuando el mundo nos cita en el lugar perfecto del instante?

No conocerte nada para que te reveles sobre mi ignorancia, bajo tu luz.

Y nunca desear que te quedes conmigo, más allá de esta página, más acá de este pulso, más allá del amor.

Luis Ángel Barquín

ESCRIBIR

Necesidad de oscuridad, relajación y vigilancia. Sentir la fuente como si fuera por primera vez -¡que lo es!-. Percibir que algo mana entre la fuente y mi cauce: un agua imprescindible para regar la vida y sanar las heridas.

Aprender a ser agua sin dejar de ser cauce. Estar con lo que es, darle mi forma, descubrir su esencia. Distinguir su silencio en mitad de la noche, a la orilla del día, o en la luz cegadora.

Saltar entre dos planos paralelos con ayuda del símbolo, que abre sus alas y multiplica el rumbo, atravesando el muro del espacio por varios puntos.

Volar sin miedo por los parajes de la sombra palpando púas, recolectando polen, acariciando pétalos, vadeando nostalgias, escapando del eco, ignorando el reflejo de lo falso, acopiando equilibrio y evitando desmayos.

Dejar sobre el presente lo mejor de mi historia, lo más digno de amor, hecho fruto o semilla.

Y retornar al círculo del hombre como un punto más, que sabe que ha girado unas vueltas, sin perder la cabeza, sobre el cero infinito.

Luis Ángel Barquín