Es nuestro cuerpo tierra del presente.
La gravedad lo atrae en su conjunto
hacia la sola sima del difunto.
La muerte desde allí, afanosamente,
con su cantar monótono y doliente,
lo seduce y desgasta, en contrapunto.
Caer, morir: tan sólo un mismo asunto
observado de modo diferente.
Abandonar sin más la resistencia
a las formas que adopta aquí y ahora
la vida, es la primera comunión.
Así, la muerte mostrará clemencia,
anunciando su luz transformadora
el privilegio de la rendición.
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