Una parte de mí escribe tu nombre para así recordarme quién no eres: ni el sonido que es fruto de tu boca, ni la imagen de ti que arde en la luz. Tu sonrisa se acerca a la verdad: flor que se abre en tu alma, pulsando el corazón del que te siente, del que sana un instante para poderte amar.
Olvido no conoce tu mirada. No sabe de tus manos, de la piel que despierta en tus caricias. Ignora cómo el aire se hace uno con tu pecho y con tu vientre. Infructuosamente, olvido quiere borrar la estela de tu paso, la fragancia que flota sobre tu ausencia viva.
Olvido no te llama. Sólo yo sé decirte, pronunciarte en el centro de la noche, tu noche, donde eres una con tu propia estrella.
Mi memoria no sabe conservarte. Sólo el silencio amante de mis labios sabe cuál es tu nombre… Pero no lo pronuncia para no convertirlo en su recuerdo, para saborearlo, alegre, sorbo a sorbo, como el vino maduro de tus besos.
Luis Ángel Barquín
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