Invitada al vacío, sin nombre ni esperanza,
te diriges al punto crucial de no retorno:
allí están alineados la vida que hay en ti,
la oscuridad completa y el fulgor de tu rostro.
Un paso por delante de tu sonrisa, escapas
de la extraña ilusión donde has perdido todo
-la antorcha del deseo, la voz, la culpa, el miedo
y la insatisfacción- salvo tu soplo indómito.
Ya no miras al frente cual si fuera un objeto.
No buscas horizontes donde posar tus ojos.
La línea divisoria entre el mundo y tu mundo,
rodó desde tu frente hacia el suelo más hondo.
Tu alma es la invitada a su propia morada…
Viene de haber vagado por parajes remotos,
por jardines sin fuentes y bosques calcinados,
recordando en la senda su olvidado propósito.
Tan cerca estás que tiemblas sin poder evitarlo.
Un abismo se yergue apoyado en el fondo
de este instante, y te presta las alas de la dicha…
Y vuelas sobre el hueco de tu propio abandono.
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