Algo que falta. Tal vez algo que sobra. Demasiados principios construidos y después ignorados. Ruinas de sentimientos sin raíz que la intemperie ataca sin cesar. El avance, sin velas ni remos, por el ansia. El paso sordo y ciego. La piel dormida.
Pero contrasta el trazo torpe de la mano, sobre el fondo sin límites de la dicha de ser.
Más allá, no ser nada, presente inconcebible, intacto para siempre.
Ahora suena el tambor. Sentir su ritmo es más que suficiente. No escuchar demasiado el resto de instrumentos. Corazón seducido que sigue alimentando sin desmayo los ríos que la sangre explora hacia el amor.
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