¡Qué fácil es hablarte sin dirigirme a ti! Deslizarme sin miedo por la curva lunar de este silencio nuestro, que los dos protegemos.
Te entrego lo mejor de mi existencia como un regalo sin destinatario. Llega a ti y tú lo abres con cuidado. Montas sus piezas en tu inteligencia. Y armas tu amor, que dispara la flecha más certera, la que llega hasta el centro de mi escucha.
Y eres ya la que caza -en lo sin forma- las notas y las pausas que hacen volar tu música.
Luis Ángel Barquín
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