La imagen de su llama cerca del corazón. La acogedora tierra que ahora piso. Me abraza el aire que respiro aquí, conduciendo el aliento hacia mí mismo.
Donde espero a mi amor, sentado y sin deseo. Donde ella esté -donde quiera que sea-. Cuando todo es la suma de sus partes y algo más que las une y las conoce. El espacio de calma que florece con su sola presencia presentida o visible.
La promesa prendida en la frente del niño que aún aguarda el regreso de su estrella con los ojos abiertos y las manos vacías.
El aroma de un guiso delicioso flotando en la memoria. La mano que repara el cuerpo en el descanso.
Cuando el sol ya se oculta, se escuchan los latidos de un poema naciente sobre el mar.
Luis Ángel Barquín
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