En silencio, sin esfuerzo,
-ausente el truco, la magia-
como una flor que se yergue,
asciende y reina la gracia.
Arropa el cielo su gesta
con una invisible gasa,
mientras la tierra celebra
su presencia soberana.
Los sueños –todos– despiertan
y vibran cuando ella pasa.
Todo el color y el perfume
renacen con su llegada.
La vanidad, el orgullo,
se inclinan a saludarla.
La pereza y la tristeza
de su lecho se levantan.
Algún día será el faro
del ser humano en la nada.
Y mientras sigue, cual musa,
inspirando al que le canta.
Luis Ángel Barquín
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