Algunos creen
que sólo se viaja exteriormente:
el espacio de afuera
como único remedio a su prisión,
la extroversión de la atención al mando,
negro agujero horizontal del tiempo
limitando el placer…
Otros intentan ignorar
lo que les dicen
los espejos externos,
virando la intención con terquedad
hacia sí mismos
en el fútil intento del control del instante.
Ellos tiemblan al borde del precipicio interno,
en la inmovilidad forzada de su cuerpo,
puesta toda esperanza de disfrute
en la cara amistosa del azar.
Y están aquellos que se han dado cuenta:
el sonido, el silencio, no se oponen
en su expresión;
nacen y mueren a la vez sin prisa;
viaja su imagen
alrededor del mundo
sabiendo que el viajero
descansa ahora y siempre en su morada.
Luis Ángel Barquín
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