Hacia todo lugar y desde todo
confín, un punto que deviene cero.
La diana cósmica frente al arquero:
su flecha acertará de cualquier modo.
El nuevo mundo emerge desde el lodo
del viejo, con propósito sincero
y recursos intactos. El viajero
ha gastado su espacio y su periodo.
Toca cavar la propia sepultura,
dejar caer en ella lo acopiado
y, ligeros, alzar la vista al cielo.
Toca empezar de nuevo la aventura
de ser, ahora que el tiempo se ha parado
en el reloj del muerto: ¡nace el duelo!
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