He sentido en tu rostro la paz de una sonrisa,
la miel de una mirada y el corazón de un beso,
la proporción del gesto -sin falta y sin exceso-,
la confianza madura de una pausa sin prisa.
He rozado en tu cuello la espiral indivisa
y en tu pecho he perdido mi condición de preso.
He encontrado en tu vientre el recóndito acceso
a la estrella sagrada que el espíritu irisa.
He bebido el silencio del lago de tu escucha.
He nadado en sus aguas desnudo como un niño
y en su orilla he dormido soñándote conmigo.
En tu abrazo he olvidado la razón de mi lucha.
Tu caricia ha grabado la huella del cariño
en mi piel. Y mi suerte es ser uno contigo.
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