Separación aparente
sin aparente remedio.
En el envés de la voz
muere un eco del silencio.
Tiempo de relojes rotos,
pausa de los ojos quietos
que miran pero no ven,
que ven sin estar despiertos.
La vida yace en la sombra
como un perro callejero,
sin techo que la cobije,
sin alimento y sin dueño.
Hueco que no tiene forma,
abismo cercano, hueco
que crece dentro de mí
como un extraño secreto.
La plenitud se vacía
desde lo cierto a lo incierto,
certeza de lo imposible
que arde en los ojos del muerto.
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