POESÍA PARA TODOS (I)
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Este texto nace de un profundo anhelo: sembrar en todos los corazones que la poesía está no sólo al alcance sino también dentro de cada uno de nosotros.
El ser humano, una vez satisfechas sus necesidades más básicas de alimento, casa y vestido, libera una parte importante de su atención, energía que suele dirigirse a llenar el vacío que surge en su mente y espíritu. Olvidamos, temporal y fácilmente, esta vacuidad mediante el cultivo de relaciones familiares y/o amistosas, cuyo principal objetivo es pasar un rato lo más agradable posible, o través de aficiones que abordamos como meras evasiones y disfrutamos en soledad o en grupo.
En ciertos individuos más desarrollados espiritualmente, nace en alguna etapa de su vida la voluntad de hacer germinar su semilla interior de amor y conciencia. Ello les conduce a participar en actividades de ayuda al prójimo o al aprendizaje de disciplinas internas como el tai chi, el yoga, el tantra, el zen, las diversas artes, la literatura, las artes marciales internas, la esgrima, etc., cuyo fin último es purificar la atención empleando con cualidad meditativa cualquier soporte apropiado.
Si al notar que nos invade la sensación de vacío antes mencionada, no intentamos escapar desesperadamente de esa soledad no elegida donde el yo parece disolverse, y nos mantenemos en calma y confiados, poco a poco van surgiendo de la nada, como burbujas distantes en el tiempo, unas señales en forma de pensamientos, imágenes, sonidos,... sin relación aparente con nuestra propia vida. Si no les prestamos atención, llegan y parten como nubes por el cielo. Por contra, si aprendemos a considerarlas con detenimiento, van jugando un papel cada vez más protagonista en nuestra cotidianeidad, animándose a revelarnos su significado, que habremos de interpretar buscando su conexión con nuestros propios sueños, recuerdos, deseos, y realidades presentes.
Es en esos momentos de silenciosa vigilia cuando se nos invita a dejarnos llevar por el exuberante río de la vida, rescatando nuestro estado salvaje más poderoso, donde el instinto enfrenta el reto nuevo de cada instante con su experiencia acumulada durante millones de años de evolución y la intuición nos hace sentir que vivimos para disfrutar tal cual somos, sin objetivos.
Toda persona, sin distinción, puede situarse de modo intuitivo en el sentido hacia el que discurre la corriente poética que, como todo los ríos del mundo, fluye en incontables direcciones siguiendo las pendientes que presentan una menor resistencia... sólo hay que probar sin desánimo unas cuantas veces hasta sentir que uno fluye impulsado por ese misterioso caudal. Todo cobra un nuevo significado al irse filtrando rayos de su luz por las grietas que deja nuestra razón, coloreando súbitamente nuestra visión en blanco y negro.
Como elemento esencial de la poesía, la intuición aporta un sentido existencial a nuestra vida, dotándola de un guía mago que siempre nos sorprende con números nuevos. Aprender a escucharla no es tarea fácil si nos empeñamos en aferrarnos a la corteza de desdicha que nos hace girar alrededor de nuestra soledad, empequeñeciéndonos pero dejándonos el consuelo de poder llamar la atención de los demás al hacerles sentir nuestra desgracia. Mas si reunimos el valor suficiente, cargando sobre nuestros pequeños hombros con toda la responsabilidad de nuestro bienestar pasado, presente y futuro, no tendremos más remedio que buscar algo que conecte nuestra realidad interna o subjetiva con la externa u objetiva; y ese algo es la intuición. Cuando la razón y la lógica se cansan de intentar comprender un problema, la mente superficial se relaja, y nos llega la solución de forma instantánea sin desvelarnos qué itinerario ha seguido, saltando sencillamente desde un lugar más allá de las coordenadas espacio-tiempo.
Una persona que ha logrado el dinámico equilibrio entre razón e intuición, corre un hermoso riesgo añadido: por vez primera, siente que no desearía cambiarse por nada ni nadie en el mundo, cambia la polaridad de su mente de negativo a positivo, y de modo consciente, empieza a emanar energía hacia los demás y hacia el universo, en lugar de absorberla inconscientemente de sus semejantes. Todas las personas que tratan de vivir aplicando su atención en cada momento, irán encontrándose irremediablemente con estos seres equilibrados, y se sentirán honestamente atraídos por ellos, creando grupos donde la ayuda entre sus miembros fluya con naturalidad en un ámbito de libertad, respeto y crítica constructiva, que hará crecer la individualidad de cada uno hasta estallar y fundirse con toda la existencia.
La intuición subraya incansablemente nuestra individualidad frente a la masa donde la sociedad quiere diluirnos, y al sentirnos únicos e irremplazables, cobramos conciencia de algo propio que sólo nosotros podemos aportar al mundo y nos ponemos a buscarlo sin importarnos las consecuencias. Además, la intuición propia reconoce y valora la intuición ajena, usándola siempre como fuente alternativa de ayuda en caso de extravío.
La intuición permite que la poesía se manifieste, abona sus campos y las flores brotan y crecen. Si algo viene tocando nuestro oído interno con insistencia y suavidad desde hace un tiempo, y le abrimos paso a través de un canal expresivo, acaba cobrando forma y sustancia. Cuanta más atención podamos verter sobre este fenómeno, más nos inundará pues es inagotable. Si, por ejemplo, uno gusta de leer, escuchar o escribir poesía, deberá familiarizarse en primer lugar con el lenguaje lírico, adquiriendo el dominio necesario de los recursos de la poesía escrita o recitada, interiorizando los aspectos esenciales de la técnica poética, para después empezar a disfrutar relajadamente de toda su riqueza.
La poesía puede ser abordada como creador y/o como lector, siendo en ambos casos perfectamente posible su disfrute.
Como creador, el poeta sirve de cauce energético a la corriente poética, es mensajero sutil de la poesía, permitiéndole una de sus infinitas formas de manifestación a través de los sentidos humanos. Éste es sólo uno de los vehículos que maneja la poesía para materializarse, como veremos más adelante.
El lector de poesía ha de reencontrarse con el niño que fue en el mejor de los sentidos, abrir de par en par las alas de su imaginación para ir más allá de lo evidente, sentir en su vientre el ritmo de la danza de los versos y diluir en su espíritu la esencia del refinado mensaje que sustenta a las palabras. El lector de poesía no debe abandonarse a la sensación de frustración que pueda surgirle a la hora de captar el mensaje que el poeta pretende transmitir: ha de abandonarse hacia donde el poema le guía, gozando de cada palabra como si palpase cada una de sus letras en la oscuridad de un gran tintero, quedarse absorto contemplando la imagen desconocida que surge en un recodo del poema, y deleitarse recitando los poemas en voz alta o hacia dentro como si fuesen canciones y él aún fuera el chico que coreaba villancicos sin comprender del todo su letra.
El lector de poesía y el poeta necesitan una gran atención al enfrentarse con las señales que anuncian la descarga poética. Son destellos apenas perceptibles cuyo fulgor no brota sino estando en profunda quietud mental. Si el silencio externo es de gran ayuda para leer y comprender la poesía, el interno aún lo es más pues la densidad del verdadero poema es inmensa y deja a menudo apabullada a la razón más ágil, tocando los más oscuros y recónditos confines de nuestro inconsciente.
Las facultades de la mente intuitiva nos permiten captar en otros ámbitos las paradojas y analogías del poema. Mediante la maestría en el uso del pincel de las palabras, logramos pintar cuadros en la mente, cuadros de pigmentación invisible a la mirada humana corriente. Esto permite la libertad de definir los colores y tonos, alterar los límites del dibujo subjetivo, variar la perspectiva según el estado de ánimo, escoger atmósferas más oscuras o luminosas y, así, reinventar el cuadro cada vez que el poema nos invita a viajar por sus dominios.
La Poesía con mayúsculas siempre va cogida de la mano de la vida. Si en cualquier manifestación artística encarada con honestidad y aptitud, el Poema vibra y nos saluda, nos emociona en la medida justa para hacernos transcender el sentimiento y alcanzar vislumbres de lucidez, todos hemos podido fundirnos alguna vez con la hermosura de una puesta o salida de sol, donde algo misterioso descorre y corre su velo, escuchar, una mañana de verano, la desnudez virginal del canto de las aguas de un arroyo al rodar sobre círculos y elipses, bajo la fresca sombra de los árboles, o sentir el cálido y vertiginoso miedo que produce asomarse a la mirada de un bebé y absorber la fragancia de las flores del Jardín del Edén donde aún habita.
La poesía es patrimonio de todos: invitémosla a caminar con nosotros cada día... será el huésped del juego y del regocijo ilimitados.
POESÍA PARA TODOS (II).- FUNDAMENTOS Y ELEMENTOS DE LA POESÍA
FUNDAMENTOS (‘Poesía’ y ‘poesía’)
La palabra ‘poesía’ puede albergar tantos significados como seres humanos han existido, existen y lleguen a existir. De todos ellos, quiero considerar dos como primordiales para empezar a situarnos: Poesía (con mayúsculas), y poesía (con minúsculas).
Con todo mi respeto, defino Poesía (con mayúsculas) como la fuerza sensible e invisible que la naturaleza emplea como instrumento para vincular armoniosamente a todas sus partes, renovarse a sí misma y dotar de conciencia potencial y real al ser humano; poesía (con minúsculas) es el arte de componer obras poéticas en prosa o en verso; también es el propio poema, la composición en verso o en prosa.
La Poesía es, por tanto, la fuerza natural más evidente del universo, la más influyente en nuestro ánimo, la que nos conduce hacia a la muerte, la que nos permite crear el sentido de existir, la que nos vincula con el resto de la humanidad, la que nutre y sustenta a la armonía, la única que en definitiva nos emociona.
La belleza nace de la Poesía como algo definitivo, donde lo feo y lo hermoso carecen de significado excepto para la mente lógica. Bello sería aquí sinónimo de natural, espontáneo y salvaje, y nunca algo contrapuesto a feo. La Poesía es algo esencialmente indefendible -existe o no existe; está o no está-. En consecuencia, es algo esencialmente inatacable. La Poesía, su presencia, se explica por sí misma; si no, no se explica. La Poesía nos dirige siempre a lo desconocido. Por ello, se trata de una aventura en la que llegamos a ir más o menos lejos. Aventura es riesgo, probabilidad, azar, con toda la belleza de la sorpresa.
Todo lo que podamos decir de un poema estará siempre referido a sus elementos periféricos estilo, ritmo, lenguaje, imágenes, sentimientos, conciencia-pero no a la Poesía en sí. Una poesía se percibe entonces como el reflejo, el eco o la sombra de algo superior inexplicable, apenas inexpresable, a lo que sólo cabe rendirse para experimentar su poder, su gracia. La esencia de una poesía es no verbal, una pura vivencia.
Cuando un poema está escrito, terminado, no acaba sino que empieza, busca otro dentro de sí, en el lector, en el autor, en el silencio, para perpetuarse. Muchas veces un poema trasciende la referencia espacio-tiempo para vincular, por ejemplo, a un autor de siglos atrás con un lector actual, ambos de distintas latitudes y culturas.
En la asimilación de un poema intervienen sobre todo las facultades del autor y del lector de iluminar súbitamente sus significados ocultos, y no tanto la voluntad de claridad continua con que fuera escrito o la transparencia que los lectores buscan en sus palabras.
La Poesía supone, por un lado, un intenso anhelo de fusión con la fuente universal, un retorno al origen de donde todo y todos procedemos; por otro lado, es un proceso de purificación de la conciencia, mediante el cual nuestros sentidos perciben el mundo con claridad, comprendiéndolo de una manera extraordinaria y decisiva. La energía humana contiene en semilla el impulso místico, el poético y el erótico. Los tres son aspectos de la misma energía, indivisible, que al ir ascendiendo y refinándose en determinadas personas, va revelándoles distintas muestras de su poder.
ELEMENTOS
Poeta es el ser humano dotado en alto grado de este anhelo de fusión con la fuente original, de esta claridad para percibir el mundo, y de una afortunada capacidad de expresión. No obstante, un poeta puede ser una persona corriente, aun más que la gente común. Puede incluso tratarse de alguien desagradable, vulgar, obsceno o inmoral, pero capaz de decir cosas hermosísimas a través de una poesía sumamente espiritual. Por eso existe el dicho indio que reza: ‘Si amas la poesía, no vayas nunca a conocer al poeta, porque puedes sentirte decepcionado’. El poeta da un salto en un momento de inspiración, y entonces es capaz de surcar el cielo por un instante, se enciende, tiene ciertas vislumbres de lo real, y el relámpago de la poesía desciende sobre él. Luego se apaga, retorna a su estado humano corriente. Pero un místico, que además sea poeta, es otra cosa muy distinta. Un místico poeta ha llegado: no se trata de vuelos de la imaginación, es su propia vida la que es expresada en los poemas que concibe. Él respira en la totalidad, vive en ella, integrado plenamente. Cuando dice algo, lo expresa desde su verdadero centro. Él está siempre disuelto en la totalidad, y su ego, ausente. Por ello, la totalidad se manifiesta de forma natural, fluida, a través del vacío de su canal, de su oquedad.
Poema (o poesía) es un vínculo entre dos misterios: el poeta y el lector de poesía. Por tanto, si el poeta lee sus propios poemas, éstos son también un vínculo entre la consciencia del poeta y su inconsciente individual y colectivo.
La finalidad del poema es la expresión, más o menos acertada, de la realidad no aparente, esencial. El poeta capta instantáneamente esta realidad mediante la claridad que la Poesía le presta, y la expresa a través de su mente intuitiva en el poema. Éste es mucho más que la suma de sus palabras, pues alberga la experiencia completa del estado de consciencia que permitió al poeta vislumbrarlo, desentrañarlo, concebirlo y escribirlo. En el poeta, excitado por algún objeto o alguna situación de la realidad, se produce inesperadamente una conmoción de elementos de su profunda consciencia, y siente el deseo de la creación artística: fijar aquel momento como suyo, hacerlo perenne. Resuelve en palabras los elementos de su consciencia, descarta los menos significativos, y los enlaza por medio de un número mayor o menor de elementos lógicos y no poéticos.
Entonces, el poema está ya creado. Ahora, su potencialidad y posible destino consiste en producir en el lector una conmoción de elementos de consciencia profunda igual o semejante a la que fue el punto de partida de la creación, lograr que el ser humano moderno, casi siempre agobiado por las prisas, se abstraiga un momento en la velocidad de su camino, para hacerle comprender bellamente el mundo, comprenderse a sí mismo, y comprenderlo todo.
Podríamos prescindir de todas las inútiles discusiones sobre el valor relativo de la poesía y de los poetas. En ese sentido, toda poesía es incomparable, única, como el rayo de sol, la gota de agua, la hoja de árbol o el grano de arena. En poesía, no obstante, recomiendo adoptar un sencillo criterio para valorar la poesía de cada poeta según la cualidad que predomine en sus versos, que podría ser: ante todo, la autenticidad; luego, la belleza; después, el ingenio.
Poesía (con mayúsculas).
Seguidamente, expongo nueve definiciones de Gerardo Diego de la Poesía, una para cada musa. Estas definiciones se recogen en ‘GERARDO DIEGO, Antología, 1934’.
1. La Poesía es el sí y el no: el sí en ella y el no en nosotros. El que prescinda de ella --el del qué sé yo-vive entregado a todo linaje de sustantivos y supercherías, al demonio de la Literatura, que es sólo el rebelde y sucio ángel caído de la Poesía.
2. La Poesía es la encrucijada del Norte—Sur = Imaginación—Inteligencia, con el Este—Oeste = Sensibilidad—Amor.
3. La Poesía no es álgebra. Es aritmética, aritmética pura. El álgebra es la Filosofía. La Literatura es todo lo más aritmética aplicada, aritmética mercantil, contabilidad.
4. La Poesía es la creación por la palabra mediante la oración, la efusión amorosa, la libre invención imaginativa o el pensamiento metafísico.
5. La Poesía biográficamente tiene su principio Arquímedes, que dice: ‘Poesía es el volumen de anhelo espiritual que automáticamente ocupa el espacio desalojado por un volumen equivalente —casi un alma entera— de pasión humana concreta.’
6. La Poesía es la luminosa sombra divina del hombre. Sin él no existiría, y, sin embargo, le precede y en cierto modo le causa.
7. La Poesía hace el relámpago, y el poeta se queda con el trueno atónito en las manos, su sonoro poema deslumbrado.
8. La Poesía existe para el poeta en todas partes excepto en sus propios versos. Es la invisible perseguida que Ilega siempre demasiado pronto a la cita. En todo poema ‘ha estado’ la Poesía, pero ya no está. Sentimos el calor reciente de su ausencia y el modelado tibio de su carne desnuda.
9. Creer lo que no vimos, dicen que es la Fe. Crear lo que nunca veremos, esto es la Poesía.
Para terminar, quiero mostrar a continuación el fragmento de un Texto de Pedro Salinas sobre la Poética, en el que alude a su poesía y sus poesías. Me parece muy revelador, y lo comparto plenamente: “Mi Poesía está explicada por mis poesías. Nunca he sabido explicármela de otra manera, ni lo he intentado. Si me agrada el pensar que aún escribiré más poesías, es justamente por ese gusto de seguir explicándome mi Poesía. Pero siempre seguro de no escribir jamás la poesía que lo explicará todo, la poesía total y final de todo. Es decir, con la esperanza ciertísima de ir operando siempre sobre lo inexplicable. Ésa es mi modestia.”
NOTA: A la hora estructurar y escribir este artículo, he obtenido una inestimable ayuda de la lectura de textos sobre la Poética de los siguientes poetas españoles de la llamada ‘Generación del 27’: Pedro Salinas (1891-1951), Gerardo Diego (1896-1987) y Dámaso Alonso (1898-1990).
Luis Ángel Barquín
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