EL PASO

Un paso puede ser la huida de algo ajeno, o acercarse una pizca a la meta soñada. Un paso acaso sea también la sensación de que avanzamos….

Un paso es nada apenas si es parte de un viaje con el fin dibujado en nuestra frente: nos acerca, sin duda, mas su carga nos pesa y se acumula.

Otro paso nos lleva a agrandar la distancia entre la cárcel -¡hay tantas!- y nuestra idea de la libertad: miedo a ser, miedo a amar.

Un soldado lo marca, su paso está medido, igual –casi– a los otros pasos que va enlazando. Un bailarín lo da, sus pasos son la entrega de su alma y de su cuerpo para sentirse vivo, flotando en la corriente de la música.

Dan sus primeros pasos los niños sin esfuerzo. Cada paso es un juego de por sí. La aventura del pie que se eleva y se posa, o se dobla y tropieza, es un júbilo puro, sin razón y sin eco.

Si el paso es adecuado al suelo y al calzado y a las fuerzas, nos puede devolver lo que le damos, podemos regresar -aunque avancemos- hacia nosotros mismos, y el círculo se cierra.

Si el paso va olvidando el rastro de sus huellas e ignora la ilusión del horizonte, los pies pueden tornarse de repente en extremos de un puente -sobre el vacío del instante amado- que se rompe en su medio, y ya no queda nadie para dar otro paso.

Luis Ángel Barquín