ASOMBRO POR LO COTIDIANO – AGUA (Water) –
Hay películas que invitan sin estridencias a la reflexión, y nos devuelven a la cruda realidad de nuestro planeta, cada vez más explotado y menospreciado, donde vivir y morir con dignidad se torna cada día más arduo. Otras están concebidas como un puro entretenimiento para grandes masas a escala mundial, sólo con el fin de perpetuar la dictadura del consumo fácil. Las hay que pretenden relatar con humor y naturalidad la vida de un grupo de personas aparentemente no relacionadas entre sí. Se hacen películas redondas, en las que todos sus ingredientes y artífices se ponen por entero al servicio de la historia que pretende ser contada para elevar el arte cinematográfico a las cimas del clasicismo. Hay cintas que giran sobre sí mismas en un alarde de intelectualidad que muy pocos llegan a apreciar; son obras a menudo carentes de ritmo y pasión, de duende. Algunas están destinadas únicamente al lucimiento de las megaestrellas de la interpretación, para relanzar sus deterioradas carreras o afianzarlas más si cabe...
Hay películas que invitan sin estridencias a la reflexión, y nos devuelven a la cruda realidad de nuestro planeta, cada vez más explotado y menospreciado, donde vivir y morir con dignidad se torna cada día más arduo. Otras están concebidas como un puro entretenimiento para grandes masas a escala mundial, sólo con el fin de perpetuar la dictadura del consumo fácil. Las hay que pretenden relatar con humor y naturalidad la vida de un grupo de personas aparentemente no relacionadas entre sí. Se hacen películas redondas, en las que todos sus ingredientes y artífices se ponen por entero al servicio de la historia que pretende ser contada para elevar el arte cinematográfico a las cimas del clasicismo. Hay cintas que giran sobre sí mismas en un alarde de intelectualidad que muy pocos llegan a apreciar; son obras a menudo carentes de ritmo y pasión, de duende. Algunas están destinadas únicamente al lucimiento de las megaestrellas de la interpretación, para relanzar sus deterioradas carreras o afianzarlas más si cabe...
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Agua, último largometraje de la realizadora canadiense nacida en India, Deepa Mehta, pertenece a la estirpe de películas que se gestan y nacen como un poema visual, y sólo así pueden ser absorbidas por el espectador. La forma en que la realizadora nos muestra la vida de un grupo de viudas en la India colonial, en pleno movimiento de emancipación liderado por Gandhi, tiene mucho más de poema que de narración. Muchas cosas suceden durante las casi dos horas de metraje del film, mas lo importante no son los acontecimientos ni su interrelación, sino la actitud con que se nos invita a aproximarnos a ellos, insólita en el panorama del cine actual.
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En Agua, el tiempo y el espacio son trascendidos continuamente para crear una sensación de tremenda profundidad en los planos. Muchos de ellos principian con una imagen hipnótica (por ejemplo, la sombra de un arbusto en el suelo de la casa de viudas) que nos conduce con delicadeza por su recorrido hacia su conclusión.
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La fotografía, obra del brillante Gilles Nuttgens, se sirve de una paleta de colores cálidos y de otra de fríos, para separar el bullicio exterior de la ciudad, de la soledad no elegida del interior del ashram (Casa) de las viudas. Los tonos fríos y cálidos son empleados también para diferenciar los distintos ambientes y momentos en la Casa. Los fríos alcanzan gran protagonismo en las hermosas escenas nocturnas de silencio o susurro del patio del ashram, y subrayan la desolación de paredes y suelos que albergan a sus mujeres. Dentro de una atmósfera de tanto dolor como aquélla, los tonos cálidos nos permiten contemplar el cuarto de la hermosa y joven viuda Kalyani, enamorada de Narayan, joven y apuesto idealista, seguidor de Gandhi, como un recinto de esperanza hasta el que se cuela la luz de los corazones de la niña viuda Chuyia (asombrosa, la interpretación de la niña Sarala), de Narayan, y de la viuda Shakuntala, cuya inteligencia despierta irreversiblemente al final de la cinta para ser el comodín del que todos se sirven.
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En el film, uno se topa con la poesía por todos lados: está en los amplios planos que nos muestran el agua de las fuentes en los jardines, la poderosa lluvia tropical sobre el río y la parte de la ciudad al otro lado de éste, con los que Mehta nos pinta “el lienzo” de cada personaje, el lugar y el momento que dan sentido completo a su expresión; la poesía late en algunos planos con el ascenso de la cámara desde el suelo del patio de la casa, sobre el que las viudas comen, duermen, sueñan, envejecen y mueren, hasta la espléndida vista de la Luna india, inmenso testigo de su realidad; la poesía se significa en el perrillo que Kalyani esconde en su cuarto, en la alegre tristeza de los ojos Chuyia; contra la gran cortina de la noche, la poesía arde en la luz de las antorchas de los que cruzan el río sigilosamente en barca o de las pequeñas lámparas que nos desvelan el secreto de un amor imposible.
En el film, uno se topa con la poesía por todos lados: está en los amplios planos que nos muestran el agua de las fuentes en los jardines, la poderosa lluvia tropical sobre el río y la parte de la ciudad al otro lado de éste, con los que Mehta nos pinta “el lienzo” de cada personaje, el lugar y el momento que dan sentido completo a su expresión; la poesía late en algunos planos con el ascenso de la cámara desde el suelo del patio de la casa, sobre el que las viudas comen, duermen, sueñan, envejecen y mueren, hasta la espléndida vista de la Luna india, inmenso testigo de su realidad; la poesía se significa en el perrillo que Kalyani esconde en su cuarto, en la alegre tristeza de los ojos Chuyia; contra la gran cortina de la noche, la poesía arde en la luz de las antorchas de los que cruzan el río sigilosamente en barca o de las pequeñas lámparas que nos desvelan el secreto de un amor imposible.
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La romántica naturaleza de los sentimientos entre Kalyani y Narayan, se subordina con placer al romanticismo que abarca por entero la película. El dolor y el sufrimiento de las viudas no son captados por la cámara como la realidad única de sus vidas sino que son tratados con sabiduría como complementarios del placer y la dicha, y cual vehículos del deseo primordial del ser humano de alcanzar la libertad total para expresarse con sencillez y sin temor.
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La elegancia en la acción, en la inacción, es otro de los invitados en Agua. Una gracia invisible, que nos relaja y seduce a la par, se apodera de las imágenes y nuestro cerebro para anclarnos con firmeza a la butaca en todo momento, asistiendo atónitos al milagro de este film. Agua nos invita a sumergirnos en ella y abandonar por unas horas la lucha de la razón. Nos ayuda a descubrir que todos disponemos de un corazón cálido y tierno, donde reside la auténtica empatía, que siempre espera recibir la visita de nuestra atención. Otra hazaña de Agua es que en su presencia, nos permitimos soñar con ser verdaderos artistas por unas horas, las que duran su proyección y su estela en nuestra retina.
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Si esta película tardó cinco años más de lo previsto en ver la luz de las salas fue gracias a la intolerancia y el fanatismo religioso del fundamentalismo hindú, que trató por todos los medios de impedir su rodaje en India en 2000, pese a que el Gobierno local había dado su consentimiento para ello. La responsabilidad contraída por la directora con las viudas de India para hacer pública su historia y realidad actual, y su honesto compromiso artístico consigo misma y sus colaboradores, hizo que el productor y ella tardaran cuatro años desde entonces en lograr materializar el proyecto en Sri Lanka, teniendo que cambiar el reparto y renunciando a recrear Varanasi. Superaron dificultades como la de la niña Sarala (Chuyia), que nunca había interpretado hasta entonces, no hablaba indio ni inglés, y tuvo que aprender su papel fonéticamente, siendo dirigida por Mehta por señas y ayudándose de una intérprete.
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Sobre la superficie del mítico río Ganges a su paso por la ciudad santa de Varanasi en India, quedará siempre flotando, amarrado a sus embarcaderos, el amor que Mehta nos ofrece encapsulado en el arte de Agua. Esta obra maestra del cine ya baja, rápida e inexorablemente, junto a su directora, reparto y resto de colaboradores del film, hacia del mar de la poesía primordial, fuente de la Belleza a la que todo retorna, y que florece con mayor esplendor en el asombro por lo cotidiano.
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Luis Ángel Barquín
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Título de la película: AGUA (WATER). Dirección y guión: Deepa Mehta.
País: Canadá. Año: 2005. Duración: 115 min. Género: Drama.
Interpretación: Seema Biswas (Shakuntula), Lisa Ray (Kalyani), John Abraham (Narayan), Sarala (Chuyia), Manorma (Madhumati), Waheeda Rehman (Bhagwati), Kulbushan Kharbanda (Sadananda), Raghuvir Yadav (Gulabi), Vinay Pathak (Rabindra), Ronica Sajnani (Kunti).
Producción: David Hamilton. Música: Mychael Danna. Fotografía: Giles Nuttgens.
Montaje: Colin Monie. Diseño de producción: Dilip Mehta.
País: Canadá. Año: 2005. Duración: 115 min. Género: Drama.
Interpretación: Seema Biswas (Shakuntula), Lisa Ray (Kalyani), John Abraham (Narayan), Sarala (Chuyia), Manorma (Madhumati), Waheeda Rehman (Bhagwati), Kulbushan Kharbanda (Sadananda), Raghuvir Yadav (Gulabi), Vinay Pathak (Rabindra), Ronica Sajnani (Kunti).
Producción: David Hamilton. Música: Mychael Danna. Fotografía: Giles Nuttgens.
Montaje: Colin Monie. Diseño de producción: Dilip Mehta.
Dirección artística: Sumant Jayakrishnan. Vestuario: Dolly Ahluwallia.
Estreno en Canadá: 4 Noviembre 2005. Estreno en España: 3 Marzo 2006.
Estreno en Canadá: 4 Noviembre 2005. Estreno en España: 3 Marzo 2006.
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