la puerta de tus temores
con elegancia y sosiego,
y sales de ti un instante.
El silencio
te devuelve gentilmente
-con el eco del vacío-
la atención de lo sagrado.
Lo pequeño está cantando
muy bajito, y tú te inclinas
con reverencia a escucharlo.
Sobre las razones, alzas
la mirada
y contemplas cómo el mundo,
más allá de tu poder,
te saluda
y agradece tu saludo
con un guiño.
Luis Ángel Barquín
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