De un hueco van naciendo su poesía, su música,
la armonía y el ritmo de su naturaleza.
Mas ella sólo anhela una ausencia perfecta.
Nada puede apartarla de su firme propósito.
En alerta creciente, deja abierta su alcoba
a la insondable nota que llene el universo,
cual respuesta impecable a su sola pregunta,
formulada una vez para no desgastarla.
Incansable lo busca debajo de las cosas.
Lo intuye en el espejo de su meditación.
Tras un sueño, se sienta a la orilla de un río
y algo puro desciende refrescando la vida.
Va despertando el mundo para que lo disfruten
la flor, el viento, el río, la montaña y la estrella…
Y solamente el hombre se resiste, dormido,
a escuchar esa inmensa parcela de sí mismo.
Cuando el tiempo no encuentra manecillas ni esferas,
ella emerge desnuda y sus labios dibujan
en el pecho del aire la callada oración
con que nombra dichosa a su amado, el silencio.
Luis Ángel Barquín
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