Conoces su sabor, el tuyo propio sin tu propia imagen. La rozas en el olvido de tu yo. Y te la bebes en el primer sorbo de aire al despertar cada mañana. Cada forma genuina la recoge, la ama, la disfruta.
La ves, si tú no miras, en el cuerpo invisible de las cosas.
Juega el agua con ella. El fuego es expresión de su pobreza. En el viento su música viaja anónima, silencio contagioso del polvo del camino.
Reina en ti, diosa y dios de un mundo que aún no habitas, siendo el tuyo.
De regreso a ti mismo, su presencia desnuda tu sentir y vas siendo -con ella- al mismo tiempo obra y creador, testigo y testimonio, la gota que está siempre saliendo de la fuente.
Luis Ángel Barquín
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