Cuando ya no esperamos, sin esperanza alguna en nuestro pecho…, ella sigue esperándonos.
Cada vez que notamos su presencia inmensa y cariñosa…, su presente nos guía de regreso a la vida.
Si nos sacia el deseo, si el resplandor nos ciega, si el oído no capta los susurros del alma…, ella canta y su voz crea el silencio.
En la copa de un árbol, en un sorbo de agua, en el tacto de un beso…, nos escribe poemas.
Al romper la costumbre, al pulsar una duda, al dejar que el misterio nos desnude…, ella prende una llama en la memoria.
Luis Ángel Barquín
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