CUÍDATE

A Amparo Blanco

No te culpes, quizá no te enseñaron; y puede que aún no sepas que eres tú lo primero en la vida que es tuya, tu vivir. Has querido quererte ¡sobre todo! con cuidados ajenos, caricias de otras manos, miradas de otros ojos, ósculos de otros labios, abrazos de otros cuerpos, palabras de otros dueños…

El árbol es refugio y es bocado y es dicha: flores que asombran, frutos que invitan, sombras donde seguir soñando, copas para escrutar desde la tierra al cielo, refrescar la mirada o la memoria… Mas ante todo el árbol es el sí del terreno que lo ciñe y lo nutre; el amor de la lluvia, de la nieve, que lo limpia, lo calma; la tutela del sol que lo cura y lo guía hacia una vida de colores nuevos.

Tener lo suficiente es necesario. Querer lo necesario es suficiente para el comienzo del cuidado de sí. También, de lo demás y los demás.

Para tocar la Luna –o su imagen­– con los dedos, primero sientes dónde están tus pies, sobre qué base apoyas tu propósito; después buscas tus alas, tus piernas o tu dedo, que pueden y que quieren llevarte hasta su imagen –o hasta ella–.

Acopia tu talento, deja abierto tu corazón para que el genio brote, ve en pos de un aliado en tus entrañas, calma tu sed en ti si te pesan las deudas.

Nada ni nadie pueden darte aquello que sólo tú descubrirás en ti, por ti. Los demás, lo demás, pueden por turnos aguardar ese instante –o aquel tiempo– en que la vida colme tu medida, y rebose tu ser, desde tu orilla, en puras gotas de tus propios cuidados… Desde ese borde, esas partes del mundo que te miran y piden para sí, recibirán el lujo de tus dones, la noche de tu escucha, la luz de tu atención.

Luis Ángel Barquín