LUZ DE MARZO (X)

Mirarte es no encontrarte. Verte es ver
a través de tu alma el universo.
Volar es meditar en tu disperso
cuerpo de estrella cada amanecer.

Amarte es irme, cada atardecer,
sin pupilas contigo hacia el reverso
de tu presencia, y despertar inmerso
en la sombra que nutre tu poder.

Hallarte es recibir la primavera
cual milagro que extrae de su chistera
el mago sideral, año tras año,

sin repetir el truco. Fiel, sin prisa,
llegará pronto tu inicial sonrisa
tras el perfume de la flor que extraño.

Luis Ángel Barquín

LUZ DE MARZO (IX)

Febrero ya se va; su hueco deja
el dormido silencio del invierno…
Una mano invisible en el cuaderno
nos dibuja las alas de la abeja

y otra mano deslía la madeja
de sombras asustadas, con alterno
primor. La primavera aguarda un tierno
temblor para llenar el alma vieja

de flores y de pájaros. Se anuncia
el reino de tu amor en cada esquina
con un guiño, un perfume, una delicia.

La voz de la poesía ya pronuncia
tu nombre de mujer, Luz, e ilumina
mi corazón en pos de la noticia.

Luis Ángel Barquín

LUZ DE MARZO (VIII)

Nuestro mundo, al mirar, en ti se ve,
y cuando gira, en ti siente un comienzo.
Es tu presencia del color el lienzo,
y tu ausencia el origen de la fe.

Jamás llegó tu amor, nunca se fue,
siempre ha estado -presente en movimiento-
desembocando -alado sentimiento-
en el espacio donde te soñé.

En mi adentro se expande tu pupila,
noche abierta que toca lo infinito
y me trae de regreso lo invisible.

El nuevo día tu señal vigila
y cada noche borras de lo escrito
la palabra que nombra lo imposible.

Luis Ángel Barquín

LUZ DE MARZO (VII)

Luz que, sin cuerpo, te sientes mujer. Mujer que sientes tu luz como cuerpo. En la mirada portas fragmentos de la estrella que te guía, y así prendes la luz en este corazón. 

                 luz.

           tú

Mujer
 

Tú, pasajera que me abrazas por dentro, que viajas conmigo recordándome el alma, hueco mío, ya tuyo, que me habitas y cuidas. Tus labios son certezas que me dejan un júbilo limítrofe siempre contigo, transparencia en la piel. 

Luz
       mujer
                  tú
                        pasajera, vehículo
                                                      tripulante, navío.  

Estela de ti, ¡luz!, ya tus cabellos. La dirección de tu intención, amor. 

Echo de menos tu invisible cuerpo, creciente como un alba, decreciente cual luna que se esconde con timidez lentísima.

Echo de menos tu fugaz esencia aclarando mis días y curando mis noches.

Echo de menos, aun cuando te bañas en mis ojos, el dulzor de tu ausencia, que me deja escribirte, para que tú regreses, con un rayo que guardo de tu luz.

Luis Ángel Barquín

LUZ DE MARZO (VI)

No espero ya tu vuelta. Ya no anhelo
saber de ti, ni te echo en falta. Siento
tu piel a cada paso. Mi momento
lo llenas con tu ser, alma de cielo.

Tus alas me has prestado: gozo el vuelo
del pájaro o el rayo; paso al viento
cuando en tus brazos voy. El firmamento
ya no es extraño para mí, es tu pelo.

Nacida en marzo -tú-, a la primavera
se asoma tu susurro, y la convierte
en una vida nueva, enamorada.

Te has encarnado en mi pasión primera.
Mujer y luz, eres al tiempo. ¡Suerte
que te he encontrado, amante, azul, callada!

Luis Ángel Barquín

LUZ DE MARZO (V)

Estás donde el color se despereza,
cuando el amor renueva su sentido.
No hay piel que no recuerde tu vestido,
tul cálido que teje la pureza.

Tu voz despierta a la naturaleza:
polluelos, flores, risas... han nacido.
El Sol da corazón a tu latido:
la dicha crece, mengua la tristeza.

Se extiende por doquier tu sutileza
de pluma o nube, música o fragancia.
El brillo de tus ojos adereza

los campos y los montes. La distancia
en ti se desvanece. La belleza
se expresa, con humor, en tu abundancia.

Luis Ángel Barquín

LUZ DE MARZO (IV)

En los ojos de Marzo, el gran lucero

a mirarse se atreve cada aurora:

un bostezo de amor todo lo dora

y la piel se hace voz con un “te quiero”.

 

En el alma de Marzo, Dios, primero

traza un verso de luz, y se enamora

de su magia la vida. Luego llora

al sentir cómo huele el mundo entero.

 

Con el guiño de Marzo, el panadero

su pan cuece mejor, y el barrendero

más alegre despeja cada acera.
 

Entre todas las luces te prefiero,

Luz de Marzo. Vigía y mensajero

de tu vuelta seré hasta que me muera.
 

Luis Ángel Barquín

 

LUZ DE MARZO (III)

Llegarás cuando el alma del almendro despierte,
cuando el Sol se enamore de una estrella gitana.
Posarás tu celeste figura en la ventana
de la espera, y la vida manará de la muerte.

A tu paso las flores se harán color por verte
y será su perfume la esencia soberana.
A tu paso el amor será fulgor que sana
y la suerte del alba será ya nuestra suerte.

Luz de marzo, deidad que enarbolas mi empeño,
haciéndolo brotar cual hoja en cada rama.
Luz de marzo, mujer que acunando mi sueño

con tu ágil sonrisa, lo conviertes en llama.
Luz de marzo, ya corro como un niño pequeño
por tus campos... sin voz, la primavera exclama.

Luis Ángel Barquín
 

LUZ DE MARZO (II)

En cada vuelta al Sol, encuentro tu sonrisa

de timidez preclara sobre una alada llama,

y volando en tus brazos, soy hijo de la brisa,

me deshago en azules, la vida me reclama. 
 

De estrella tienes ojos, y en el Alma, una estela

de infinita corriente, cautivadora diosa.

La voz se me atraganta contemplando la vela

desde donde amaneces, rosa blanca y gozosa. 
 

En tus trenzas, los átomos de Lunas diamantinas

juegan al escondite con Soles diminutos.
La creación fue tu beso sembrado en las esquinas

de un mundo negro y triste, que ahora luce en tus frutos. 
 

Ya son tuyas mis lágrimas, mi lengua de poeta,

mis bolsillos vacíos, mi desnuda abundancia.

En tu espera, deliro, soy el febril profeta

que en grises azoteas, otea tu fragancia. 
 

Decirte que te quiero, es poco, perla mía,

exclamar que te adoro,  no alcanza a ser exacto,

mas llorarte en silencio, desde esta lejanía

que alumbrarás de aliento, es Amor por tu tacto. 
 

Mi mirada de niño nació en tu primavera

de pájaros de agua, con tréboles gigantes,...

Desde tu sur, viajaron hasta mi madriguera

del íntimo deseo, tus dardos palpitantes. 
 

Ya te sueño, ya llegas en tu veloz caballo

de cascos de oro y viento, con crin de fantasía.

Entrarás como un hilo de Sol en mi desmayo,

y el coro de tus ecos, hará luz la alegría.
 

Luis Ángel Barquín

LUZ DE MARZO (I)

Luz de marzo,
te espero, te rezo.
MI piel ya no oculta
su fe en tu llegada.

In voco tu tacto
de invisibles llamas.

Tus ágiles rayos
posarán sus dedos,
tibas huellas limpias,
sobre mis pupilas. 

Regirán el alma

tu estrella y la mía. 

Quemarás mi rostro

de sonrisa helada,

y nuevas facciones

con muecas de niño

surcarán mi cara.

El cielo, tupido

de nubes y ansias,

te abrirá camino,

y miles de flores

erguirán sus tallos

al oír tu paso
volar, decidido,
raudo hacia el encuentro
del destino amado.

Una enorme mancha
de gris soñoliento
ya es dueña del techo;
reduce mi espacio
y alarga mi tiempo,

se aferra al pasado,

seduce al recuerdo.

La puerta ha borrado

el fiel picaporte

de su anatomía.

No atisbo salida,

y sólo a través

de una grieta amiga,

que besa el cristal

de aquella ventana,

se intuye un regreso
preñado de magia,
miel y melodías.

Llegará tu risa

antes que tu mano,
que todo lo alivia…
…sonreirá de nuevo,
circular, la dicha
de tener ya casi
tu mano en la mía.

La casa en penumbra,

sin muebles ni espejos…
Me siento en silencio
para cuando llegue
tu divina estela
de átomos de fuego.

¡Llega pronto

Luz de marzo,
llega pronto!

Luis Ángel Barquín

LA LUZ

Sin reverso posible…

Árbol de los misterios que se cuaja

de flores y palabras, de frutas y sentidos,

semillas del presente

para esperar despierto el nuevo día.

 

Exploradora de todos los mundos

y portadora de la eterna vida,

su imagen prometida

flota en el lago inmóvil de la ausencia.

 

Abrazo inextinguible

de la llama que aviva
el corazón feliz del universo.

Cuando tañe el silencio con sus dedos de diosa,
una música crea la plegaria
que alcanza cada oasis del espacio desierto.

Cuando enciende el pesebre de la paz
con el don celestial de su mirada,
el color crea nuevas dimensiones
e inéditos rincones para amar.

Cuando el hombre la bebe,
una respuesta sin origen calma
y aclara su garganta,
desciende hasta su pecho constreñido,
vertiginosamente lo conmueve
y se posa en el núcleo de su vientre
con el peso de un ángel,
con las alas abiertas de la gracia.

Luis Ángel Barquín

ABIERTO

Transparencia en el umbral...
El tacto del infinito
se hace presente y disuelve
los límites.
                   Queda el sitio
de los instantes abierto.
Queda el espacio y su ritmo
respirando
sin un centro definido.

La búsqueda es el encuentro.
Ya es lo mismo
llegar que partir...
                             Estar
es igual que haberse ido.

Verlo todo con el ojo
del mundo recién nacido.
Sin obstáculos ni llaves,
el paisaje es el camino.

Abierto como la noche
se abre al alba, como el libro
que escribe la realidad
con la pluma del destino.

Luis Ángel Barquín

EN MEDITACIÓN (II)

Sosiego,
incluso al borde del abismo…
                                            Cierto
es sólo aquello que ya no distrae
o seduce al testigo.
                              Se hunde el centro
a medida que asciende el centinela
por la escala invisible y sin peldaños.

Sentado
o en pie, sobre el silencio.

De pie
o caminando, solo,
consciente únicamente de la pausa.

Tumbado
como una sombra, flotando boca arriba
con los ojos abiertos,
mirando el cielo original sin formas.

Siendo dichoso
ahora que no hay causa para serlo.

Luis Ángel Barquín

INICIAL

Hoy fermenta
la secreta latitud
del espacio no habitado,
no vivido.
                Bajo tierra,
como raíz presentida,
se alimenta una palabra
de la música naciente
que renueva la armonía.

Un inmenso dedo pulsa
el vacío; algo se cierra
para siempre.
                      Asciende el canto
como un ave por el cielo,
dibujando una palabra:
inicial.

Luis Ángel Barquín

SIN DISTRACCIÓN

Aquí lo abarca todo,

aquí constelaciones del espacio expresan

todos los tiempos

rindiéndose al ahora, solo instante

fugitivo…

              La no exclusividad…

Todo es aprovechado,

todo es velado

por la atención desnuda, eternidad

sin elección , encuentro

de lo aparente y lo real, abrazo

profundo en el vacío.

La voluntad

esquivando el hastío, la pregunta,

escuchando caer hecha silencio

una respuesta que lo abarca todo. 

Sin distracción, la vida:

madre al cuidado de todas las vidas.

Luis Ángel Barquín

LA NOCHE Y TÚ

La noche y tú, habitante de la noche.

Tus ojos, doble reflejo

del alma que dibuja una sonrisa

en el misterio de la oscuridad. 
 

Entre los dos crepúsculos, tu luz

me impide ver la desnudez azul

de tu presencia, la velocidad

de tu amor recorriendo sin desmayo,

bendiciendo en silencio,

los agujeros vivos de la noche,

los templos custodiados por la nada,

los sagrados confines del vacío.

Luis Ángel Barquín

ESCUCHANDO

El silencio:

blanco lienzo ante el sonido.

 

La atención

presta poder al oído.

 

Dos mitades

se buscan desde el principio.

 

La palabra

se equilibra en el vacío.  

 

El mensaje,

cual pájaro, busca nido.

 

Escuchando

entre latido y latido.

Sólo estar,

sólo ser, sirve al sentido.

 

Luis Ángel Barquín

RECOMENZAR

Intacta, la intención enciende la intuición…
Despierta, la atención da espacio al corazón
que encuentra una ilusión bajo la rendición.

El esfuerzo valiente hace nido en la frente…
Y la mano que siente se pone, de repente,
a sembrar su simiente mejor como presente.

Luis Ángel Barquín

SOLO

En el centro de la noche

una luz está naciendo.

Su fuente es la soledad,

guardiana de su secreto. 

El silencio allí se escucha

por dentro, como en un templo.

Allí se desnuda el alma

para sosegar al cuerpo. 

La luz allí es despertar

y ver el espacio entero

sin límites ni caminos,

transparente, sin objetos.

 

Estar sin más allí, libre

para ser, solo, naciendo

-al contacto del vacío-

en la verdad sin esfuerzo.

 

Luis Ángel Barquín

 

ESFUERZO SIN ESFUERZO

Despejando el espacio

con la mirada esférica

sin centro definido.

 

La intensidad es escoba

y el hombre barrendero de sí mismo.

 

El vacío convierte

la tierra del instante

en un jardín de invierno.

 

Se apodera la duda

de su propia palabra, preguntando

por el día y la hora

de la llegada de la primavera

a su blanco jardín deshabitado.

Luis Ángel Barquín