NOTICIA: LOS 12 MEJORES POEMARIOS DE LUIS ÁNGEL BARQUÍN YA A LA VENTA EN AMAZON.ES, AMAZON.COM, ETC

NOTICIA: EL 15 DICIEMBRE DE 2015, HAN SIDO PUBLICADOS EN AMAZON LOS 12 MEJORES LIBROS DE POEMAS DE LUIS ÁNGEL BARQUÍN

Webs AMAZON en: España - Australia- Alemania - Brasil - Canadá - China - Estados Unidos - Francia - India - Italia - Japón - México - Países Bajos - Reino Unido

Para amantes de la poesía, ya están disponibles en las webs de Amazon, y en formato E-Book, los 12 mejores Poemarios de Luis Ángel Barquín:

- Luz de marzo
- Compromiso-
- Sonetos para una tarde de verano
- Más allá de las palabras
- Página
- Pulso
- Una luz en la luz
- Dhyana (en meditación)
- Cuaderno del vacío
- Esencia
- Ser
- Poemas de amor
_______________________________

TE INVITO A VISITAR TAMBIÉN UNA LUZ EN LA LUZ -Blog de Luis Ángel Barquín sobre la Palabra Poética Universal: Poemas, Textos sobre la Poesía y la Creación Artística-

ACCEDER A: http://unaluzenlaluz.blogspot.com


sábado, 23 de mayo de 2009

TU AMOR

Ahora que no puedes evitar que lo mejor de ti se escape en todas direcciones;
ahora que tus lágrimas reflejan los colores intactos del instante, sin caer de tus ojos;
ahora que el silencio se abre paso entre las palabras que pronunciaste y aquellas que pensaste y te callaste;
ahora que te apartas del camino, y descubres que puedes descansar porque los pensamientos siguieron caminando;
ahora que no luchas contra ti, ni luchas contra el otro, ni luchas contra todo…, y te encuentras ligero… …y eres aire;
ahora que en tus manos -vacías y despiertas- puedes sentir el corazón del mundo;
ahora que perdonas y te olvidas, y en ese hueco tu canción adquiere la forma de tus labios y la armonía de tu libertad;
ahora que la vida es cosa tuya, y no sólo tu vida y sus alrededores;
ahora que despiertas en una latitud desconocida, y te ves a ti mismo como un punto;
ahora que respiras con soltura, y el hálito te guía hacia la dicha;
ahora que te hallas frente a él, o ante ella, y os miráis a los ojos, y nada falta porque todo es dado y todo es comprendido al recibirlo;…

… ¡ahora no estás tú!, y en tu lugar acaso está tu amor haciendo de las suyas.

Luis Ángel Barquín

jueves, 21 de mayo de 2009

SOBRE LA CREACIÓN ARTÍSTICA -ANTONI TÀPIES-

COMUNICACIÓN SOBRE EL MURO

La larga noche;
el son del agua
dice lo que pienso.

GOCHIKU

Siempre que me han pedido explicaciones sobre lo que llaman mis muros, ventanas o puertas, procuro aclarar inmediatamente que en realidad he hecho menos muros, ventanas o puertas de las que se imagina la gente.
Mi respuesta se puede interpretar en un doble sentido. Primero, como una protesta, o como una invitación a que mis muros, ventanas o puertas –que, de todas maneras, pueden muy bien estar en mis cuadros – sean tomadas fundamentalmente como una organización artística. En segundo lugar, como una advertencia al hecho de que estas imágenes, en mis intenciones, como en la mayoría de las obras de arte, jamás han sido un fin en sí mismas, sino que han de verse como un trampolín, como un medio para alcanzar unas metas más lejanas. Pero el muro, la ventana o la puerta –como tantas y tantas imágenes que han desfilado por mis telas – no dejan sin embargo de estar en ellas, y estoy muy lejos de intentar escamotearlas. Con esto quiero decir que no pienso que las imágenes, en mis obras, hayan de considerarse como una mera excusa indiferente en que apoyar unos ingredientes plásticos, como se dice que fueron por ejemplo los «asuntos» para los impresionistas o fauves, «asuntos» de los cuales, se añade a veces, se liberaron ya del todo los artistas abstractos o informalistas posteriores. Mis muros, ventanas o puertas –o cuando menos su sugerencia –, al contrario, siguen en pie sin eludir responsabilidades y con toda su carga arquetípica o simbólica.
¿Se trata quizá de un retorno al «asunto»? La respuesta ha de ser nuevamente ambigua. Hoy sabemos que en la estructura de la comunicación artística las cosas, mágicamente, a veces están y no están, aparecen y desaparecen, van de unas a otras, se entrelazan, desencadenan asociaciones... ¡todo es posible! Porque todo ocurre en un campo infinitamente más grande que el que delimita la medida del cuadro o de lo que hay materialmente en el cuadro. Porque éste es únicamente un soporte que invita al contemplador a participar en el juego mucho más amplio de las mil y una visiones y sentimientos: el talismán que alza o derrumba los muros en rincones más profundos de nuestro espíritu, que abre y cierra a veces las puertas y ventanas en las construcciones de nuestra impotencia, de nuestra esclavitud o de nuestra libertad. El «asunto» puede hallarse, pues, en el cuadro o puede estar únicamente en la cabeza del espectador.

Si tengo que hacer la historia de cómo se fue concretando en mí la consciencia de este poder evocador de las imágenes murales, he de remontarme muy lejos. Son recuerdos que vienen de mi adolescencia y de mi primera juventud encerrada entre los muros en que viví las guerras. Todo el drama que sufrían los adultos y todas las crueles fantasías de una edad que, en medio de tantas catástrofes, parecía abandonada a sus propios impulsos, se dibujaban y quedaban inscritos a mi alrededor. Todos los muros de una ciudad, que por tradición familiar me parecía tan mía, fueron testigos de todos los martirios y de todos los retrasos inhumanos que eran infligidos a nuestro pueblo.
Sin embargo, no cabe duda de que los recuerdos culturales aumentaron naturalmente el acento de esta experiencia. Y desde todas las divulgaciones arqueológicas que fui absorbiendo hasta los consejos de Da Vinci, desde todas las destrucciones de Dada hasta las fotos de Brassaï, todo esto contribuyó -y no es de extrañar- a que ya las primeras obras de 1945 tuviesen algo que ver con los graffiti de la calle y con todo un mundo de protesta reprimida, clandestina, pero llena de vida, que también circulaba por los muros de mi país. Más tarde llegó «la hora de la soledad». Y en mi reducida habitación-estudio comenzaron los cuarenta días de un desierto que no sé si terminó. Con un ensañamiento desesperado y febril llevé la experimentación formal a unos grados de maníaco. Cada tela era un campo de batalla en el que las heridas se iban multiplicando cada vez más hasta el infinito. Y entonces acaeció la sorpresa. Todo aquel movimiento frenético, toda aquella gesticulación, todo aquel dinamismo inacabable, a fuerza de arañazos, de golpes, de cicatrices, de divisiones y subdivisiones que infligía a cada milímetro, a cada centésima de milímetro de la materia, provocaron súbitamente el salto cualitativo. El ojo ya no percibía las diferencias. Todo se unía en una masa uniforme. Lo que fue ebullición ardiente se transformaba en silencio estático. Fue una gran lección de humildad recibida por la soberbia del desenfreno.
Y un día traté de llegar directamente al silencio con más resignación, rindiéndome a la fatalidad que gobierna toda lucha profunda. Los millones de furiosos zarpazos se convirtieron en millones de granos de polvo, de arena... Ante mí se abrió de repente un nuevo paisaje, igual que en la historia del que atraviesa el espejo, corno para comunicarme la interioridad más secreta de las cosas. Toda una nueva geografía me iluminó de sorpresa en sorpresa. Sugestión de raras combinaciones y estructuras rnoleculares, de fenómenos atómicos, del mundo de las galaxias, de imágenes del microscopio.
Simbolismo del polvo -«confundirse con el polvo, he aquí la profunda identidad, es decir, la profundidad interna entre el hombre y la naturaleza» (Tao Te King)–, de la ceniza, de la tierra de donde surgimos y a donde volvernos, de la solidaridad que brota al ver que la diferencia que hay entre nosotros es la misma que hay entre dos granos de arena... y la sorpresa más sensacional fue descubrir un día de repente que mis cuadros, por primera vez en la historia, se habían convertido en muros.
¿Por qué extraño proceso había llegado a unas imágenes tan precisas? ¿Y por qué, como primer espectador, me hicieron temblar de emoción? Evidentemente, nada surge de la nada y todo había de tener una explicación. ¿Era la culminación de un proceso de fatiga causado por la proliferación de un fácil tachismo en todo el mundo? ¿Una reacción para salir de todos los informalismos anárquicos? ¿Un intento de escapar de los excesos abstractos y un afán por algo más concreto? ¿Veía acaso con aquello la posibilidad de tocar terrenos aún más primordiales, los elementos más extremadamente puros, más esenciales de la pintura, que los maestros de la generación anterior me habían estimulado a buscar? Quizás a otro artista todo le habría pasado más o menos inadvertido, o habría sido más o menos transitorio. Pero, ¿cómo podía no marcarme a mí? ¡Curioso destino de mi nombre! Parecía que se cumpliera en mí el extraño presagio que unos años antes había oído explicar a un adepto de las ciencias ocultas sobre la influencia de nuestro nombre en el propio carácter y en el propio destino. La cuestión es que en poco tiempo torné consciencia de una serie de posibles experimentaciones que, en años sucesivos, me apasionaron cada vez más y que sin duda tuvieron también sus frutos .Y su resonancia más o menos grande en todo mundo del arte.
¡Cuántas sugerencias pueden desprenderse de la imagen del muro y de todas sus posibles derivaciones! Separación, enclaustramiento, muro de lamentación, de cárcel, testimonio del paso del tiempo; superficies lisas, serenas, blancas; superficies torturadas, viejas, decrépitas; señales de huellas humanas, de objetos, de los elementos naturales; sensación de lucha de esfuerzo; de destrucción, de cataclismo; o de construcción, de surgimiento, de equilibrio; restos de amor, de dolor, de asco, de desorden; prestigio romántico de las ruinas; aportación de elementos orgánicos, formas sugerentes de ritmos naturales y del movimiento espontáneo de la materia; sentido paisajístico, sugestión de la unidad primordial de todas las cosas; materia generalizada; afirmación y estimación de la cosa terrena; posibilidad de distribución variada y combinada de grandes masas, sensación de caída, de hundimiento, de expansión, de concentración; rechazo del mundo, contemplación interior, aniquilación de las pasiones, silencio, muerte; desgarramientos y torturas, cuerpos descuartizados, restos humanos; equivalencias de sonidos, rasguños, raspaduras, explosiones, tiros, golpes, martilleos, gritos, resonancias, ecos en el espacio; meditación de un tema cósmico, reflexión para la contemplación de la tierra, del magma, de la lava, de la ceniza; campo de batalla; jardín; terreno de juego; destino de lo efímero... y tantas y tantas ideas que se me fueron presentando una tras otra como las cerezas que sacamos de una cesta. ¡Y tantas y tantas cosas que parecían emparentarme con orgullo a filosofías y sabidurías tan apreciadas por mí!
Qué gran sorpresa tuve, por ejemplo, al saber posteriormente que la obra de Bodhidharma, fundador del Zen, se llamó: Contemplación del muro en el Mahayana. Que los templos del Zen tenían jardines de arena formando estrías o franjas parecidas a los surcos de algunos de mis cuadros. Que los orientales ya habían definido determinados elementos o sentimientos en la obra de arte que inconscientemente afloraban entonces en mi espíritu: los ingredientes Sabi, Wabi, Aware, Yugen... Que en la meditación búdica buscan igualmente un apoyo en unas Kasinas consistentes a veces tierra colocada en un marco, en un agujero, en una pared, en materia carbonizada...
¿Puede seguir llamándose muros a todo lo que he hecho?
Lejos del cliché que la gente se forma del artista, con todo su bagaje de necesaria originalidad, personalidad, estilo, etc., que hace que las obras hablen de puertas afuera, para el autor hay, ante todo, un núcleo de pensamiento más anónimo, colectivo, del cual sólo es un modesto servidor. Es seguramente la zona donde está depositada la sabiduría que en realidad se encuentra por debajo de todas las ideologías y las fatales contingencias del mundo. Es el impulso de nuestro instinto de vida, de conocimiento, de amor, de libertad, que ha sido conservado y vivificado por la sabiduría de siempre. Las formas en que se concreta, imprescindibles sin duda para la captación de sus mensajes, son el episodio obligado de las propias leyes de crecimiento que tiene el arte en cada momento dado. La imagen del muro, con todas sus innumerables resonancias, constituye, naturalmente, uno de estos episodios. Pero si alguna importancia tiene en la historia de los encadenamientos estilísticos, no puede ser otra que la de haber reflejado por un momento este patrimonio común que todos los hombres creamos en momentos de profundidad durante el curso de los siglos y sin el cual la cosa artística sería siempre superflua, banal, pretenciosa o ridícula. Y donde los estilos, las escuelas, las tendencias, los ismos, las fórmulas y los mismos muros no son, por sí solos, ninguna garantía de una expresión auténtica.

Antoni Tàpies

Nota: Texto escrito en 1969 y solicitado por la revista Essais para un número dedicado a temas en torno del muro, como formas de expresión del arte contemporáneo.

viernes, 1 de mayo de 2009

WILLIAM SHAKESPEARE -CITAS Y PROVERBIOS-

William Shakespeare
1564-1616. Escritor británico.


Duda que sean fuego las estrellas, duda que el sol se mueva, duda que la verdad sea mentira, pero no dudes jamás de que te amo.

Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado.

El sabio no se sienta para lamentarse, sino que se pone alegremente a su tarea de reparar el daño hecho.

El amor consuela como el resplandor del sol después de la lluvia.

No tratéis de guiar al que pretende elegir por sí su propio camino.

En la amistad y en el amor se es más feliz con la ignorancia que con el saber.

No temáis a la grandeza; algunos nacen grandes, algunos logran grandeza, a algunos la grandeza les es impuesta y a otros la grandeza les queda grande.

Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras.

De lo que tengo miedo es de tu miedo.

Un hombre que no se alimenta de sus sueños envejece pronto.

Las palabras están llenas de falsedad o de arte; la mirada es el lenguaje del corazón.

La mujer es un manjar digno de dioses, cuando no lo cocina el diablo.

Me atreveré a todo lo que pueda hacer un hombre. Quien se atreva a más es insensato.

El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.

Ser honrado tal como anda el mundo, equivale a ser un hombre escogido entre diez mil.

No existe nada bueno ni malo; es el pensamiento humano el que lo hace aparecer así.

Guarda a tu amigo bajo la llave de tu propia vida.

Anunciad con cien lenguas el mensaje agradable; pero dejad que las malas noticias se revelen por sí solas.

Yo juro que vale más ser de baja condición y codearse alegremente con gentes humildes, que no encontrarse muy encumbrado, con una resplandeciente pesadumbre y llevar una dorada tristeza.

Los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte; los valientes prueban la muerte sólo una vez.

Tan imposible es avivar la lumbre con nieve, como apagar el fuego del amor con palabras.

Cualquiera puede dominar un sufrimiento, excepto el que lo siente.

El amor de los jóvenes no esta en el corazón, sino en los ojos.

Presta el oído a todos, y a pocos la voz. Oye las censuras de los demás; pero reserva tu propia opinión.

Cuidado con la hoguera que enciendes contra tu enemigo; no sea que te chamusques a ti mismo.

Somos del mismo material del que se tejen los sueños, nuestra pequeña vida está rodeada de sueños.

Es más fácil obtener lo que se desea con una sonrisa que con la punta de la espada.

Si todo el año fuese fiesta, divertirse sería más aburrido que trabajar.

Sea como fuere lo que pienses, creo que es mejor decirlo con buenas palabras.

En nuestros locos intentos, renunciamos a lo que somos por lo que esperamos ser.

Maestro, quisiera saber cómo viven los peces en el mar. Como los hombres en la tierra: los grandes se comen a los pequeños.

Procurando lo mejor estropeamos a menudo lo que está bien.

Ten más de lo que muestras; habla menos de lo que sabes.

Todos aman la vida, pero el hombre valiente y honrado aprecia más el honor.

El aspecto exterior pregona muchas veces la condición interior del hombre.

Mi corona está en el corazón, no en mi cabeza.

El pasado es un prólogo.

El amor alivia como la luz del sol tras la lluvia.

La juventud, aun cuando nadie la combata, halla en sí misma su propio enemigo.

Las improvisaciones son mejores cuando se las prepara.

No ensucies la fuente donde has apagado tu sed.

Las maldiciones no van nunca más allá de los labios que las profieren.

A mayor talento, en la mujer, mayor indocilidad.

Nosotros debemos nuestra vida a dios, por eso si se la pagamos hoy, no se la deberemos mañana.

La conciencia es la voz del alma; las pasiones, la del cuerpo.

La brevedad es el alma del ingenio.

Fuertes razones, hacen fuertes acciones.

Quien se eleva demasiado cerca del sol con alas de oro, las funde.

El hombre cauto jamás deplora el mal presente; emplea el presente en prevenir las aflicciones futuras.

Prudente padre es el que conoce a su hijo.

La memoria es el centinela del cerebro.

Ligerezas como el aire son para el celoso fuertes confirmaciones, como un testimonio de las Sagradas Escrituras.

Los viejos desconfían de la juventud porque han sido jóvenes.

Mis palabras suben volando, mis pensamientos se quedan aquí abajo; palabras sin pensamientos nunca llegan al cielo.

Ocurra lo que ocurra, aún en el día más borrascoso las horas y el tiempo pasan.

No basta levantar al débil, hay que sostenerlo después.

Las valiosas presas convierten en ladrones a los hombres honrados.

Hasta en la muerte de un pajarillo interviene una providencia irresistible.

La lealtad tiene un corazón tranquilo.

El hombre a quien no conmueve el acorde de los sonidos armoniosos, es capaz de toda clase de traiciones, estratagemas y depravaciones.

Es amor bien pobre el que puede evaluarse.

El aprendizaje es un simple apéndice de nosotros mismos; dondequiera que estemos, está también nuestro aprendizaje.

No hay quien sea enteramente inaccesible a la adulación, porque el hombre mismo que manifieste aborrecerla, en alabándole de esto es adulado con placer suyo.

El cansancio ronca sobre los guijarros; en tanto que la pereza halla dura la almohada de pluma.

La mente del hombre es de mármol; la de la mujer de cera.

Es excelente tener la fuerza de un gigante, pero es tiránico usarla como un gigante.

El traje denota muchas veces al hombre.

Si dos cabalgan en un caballo, uno debe ir detrás.

El desdichado no tiene otra medicina que la esperanza.

Malgasté mi tiempo, ahora el tiempo me malgasta a mí.

Nada envalentona tanto al pecador como el perdón.

El que muere paga todas sus deudas.

Nadie admira la celeridad, como no sea el negligente.

El que gusta de ser adulado es digno del adulador.

En un minuto hay muchos días.

Asume una virtud si no la tienes.

Jamás viene la fortuna a manos llenas, ni concede una gracia que no haga expirar con un revés.

La fortuna llega en algunos barcos que no son guiados.

Las medidas templadas, que equivalen a remedios prudentes, son hartamente nocivas cuando el mal es violento.

William Shakespeare